jueves, 25 de mayo de 2023

POEMAS DE MARÍA MERCEDES CARRANZA RECORDANDO SU NATALICIO


 

Babel y usted

Si las palabras no se arrugaran, si

fuera posible ponérselas cada

mañana, como una blusa o una

falda, previo

uso del quitamanchas, el cepillo y la plancha.

Si no se pudieran pronunciar ya

más por lo brilladas y rodillonas.

Si, después de un largo viaje, se

botaran como la maleta, tan

descosida, tan llena de letreros y de

mugre. Si no se cansaran, si fuera

normal y corriente someterlas a

chequeo médico cada año,

con diagnósticos y exámenes de

laboratorio, vitaminas y

reconstituyentes y hasta menjurges para

la anemia. Si las

palabras hicieran sindicato en defensa

de sus fueros más legítimos y

reclamaran indemnizaciones por

abuso de confianza a aquellos que las

tratan como a violín prestado. Si

algún día hicieran huelga,

¿qué opina usted, García?

 

 

El oficio de vestirse

De

repente,

cuando despierto en la

mañana me acuerdo de mí,

con sigilo abro los

ojos y procedo a

vestirme.

Lo primero es colocarme mi

gesto de persona decente.

En seguida me pongo las

buenas costumbres, el amor

filial, el decoro, la

moral, la fidelidad

conyugal:

para el final dejo los

recuerdos.

Lavo con

primor

mi cara de buena

ciudadana

visto mi tan deteriorada

esperanza, me meto entre la

boca las palabras, cepillo la

bondad

y me la pongo de

sombrero y en los ojos

esa mirada tan

amable.

Entre el armario selecciono las

ideas que hoy me apetece lucir

y sin perder más

tiempo me las meto en

la cabeza. Finalmente

me calzo los

zapatos

y echo a andar: entre paso

y paso tarareo esta canción que

le canto a mi hija:

“Si a tu ventana

llega el siglo

veinte

trátalo con cariño

que es mi

persona”.

 

 

Tengo miedo

“Todo desaparece ante el miedo. El

miedo, Cesonia; ese bello sentimiento, sin

aleación, puro y desinteresado; uno de los

pocos que saca su nobleza del vientre”.

 

Albert Camus

 

Miradme: en mí habita el miedo.

Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo.

El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de

verlo, cuando atardece porque puede no salir mañana.

Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se

derrumba, ya los fantasmas, las sombras me cercan y

tengo miedo. Procuro dormir con la luz encendida

y me hago como puedo a lanzas, corazas,

ilusiones. Pero basta quizás sólo una mancha

en el mantel para que de nuevo se adueñe

de mí el espanto. Nada me calma ni sosiega:

ni esta palabra inútil, ni esta pasión de

amor, ni el espejo donde veo ya mi rostro

muerto. Oídme bien, lo digo a gritos:

tengo miedo.

Tomado de:

https://www.otraparte.org/agenda-cultural/literatura/maria-mercedes-1/

 

 

Muestra las virtudes del amor verdadero y confiesa al amado los afectos varios de su corazón

Hoy pienso especialmente en ti

y veo que ese amor carece de desmayos,

de ojos aterciopelados

y demás gestos admirables.

Ese amor no se hace como la primavera

a punta de capullos

y gorjeos. Se hace cada día

con el cepillo de dientes por la mañana,

el pescado frito en la cocina

y los sudores por la noche.

Se vive poco a poco ese amor

entre tanto plato sucio, detrás del cotidiano

montón de ropa para planchar,

con gritos de niños y cuentas del mercado,

las cremas en la cara

y los bombillos que no funcionan.

Y otra cosa: cada tarde te quiero más.

 

 

Kavafiana

El deseo aparece de repente,

en cualquier parte, a propósito de nada.

En la cocina, caminando por la calle.

Basta una mirada, un ademán, un roce.

Pero dos cuerpos

tienen también su ocaso,

su rutina de amor y de sueños,

de gestos sabidos hasta el cansancio.

Se dispersan las risas, se deforman.

Hay cenizas en las bocas

y el íntimo desdén.

Dos cuerpos tienen

su muerte el uno frente al otro.

Basta el silencio.

 

Érase una mujer a una virtud pegada

No tenía ganas de nada,

solo de vivir.

Juan Rulfo

 

Yace para siempre

pisoteada,

cubierta de vergüenza,

muerta

y en nada convertida,

mi última virtud.

Ahora soy una mujer

de vida alegre,

una perdida: cumplo

con todos mis deberes,

soy pozo

de bondades, respiro

santidad

por cada poro.

Interrumpo la luz,

le cierro

la boca al viento,

borro las montañas,

tacho el sol,

el cero me lo como

y enmudezco el qué.

Elimino la vida.

 

Sobran las palabras

Por traidoras decidí hoy,

martes 24 de junio,

asesinar algunas palabras.

Amistad queda condenada

a la hoguera, por hereje;

la horca conviene

a Amor por ilegible;

no estaría mal el garrote vil,

por apóstata, para Solidaridad;

la guillotina como el rayo,

debe fulminar a Fraternidad;

Libertad morirá

lentamente y con dolor;

la tortura es su destino;

Igualdad merece la horca

por ser prostituta

del peor burdel;

Esperanza ha muerto ya;

Fe padecerá la cámara de gas;

el suplicio de Tántalo, por inhumana,

se lo dejo a la palabra Dios.

Fusilaré sin piedad a Civilización

por su barbarie;

cicuta beberá Felicidad.

Queda la palabra Yo. Para esa,

por triste, por su atroz soledad,

decreto la peor de las penas:

vivirá conmigo hasta

el final.

 

Patas arriba con la vida

Sé que voy a morir

porque no amo ya nada.

Manuel Machado

 

Moriré mortal,

es decir habiendo pasado

por este mundo

sin romperlo ni mancharlo.

No inventé ningún vicio,

pero gocé de todas las virtudes:

arrendé mi alma

a la hipocresía: he traficado

con las palabras,

con los gestos, con el silencio;

cedí a la mentira:

he esperado la esperanza,

he amado el amor,

y hasta algún día pronuncié

la palabra Patria;

acepté el engaño:

he sido madre, ciudadana,

hija de familia, amiga,

compañera, amante.

Creí en la verdad:

dos y dos son cuatro,

María Mercedes debe nacer,

crecer, reproducirse y morir

y en esas estoy.

Soy un dechado del siglo XX.

Y cuando el miedo llega

me voy a ver televisión

para dialogar con mis mentiras.

 


Oración

No más amaneceres ni costumbres,

no más luz, no más oficios, no más instantes.

Solo tierra, tierra en los ojos,

entre la boca y los oídos;

tierra sobre los pechos aplastados;

tierra entre el vientre seco;

tierra apretada a la espalda;

a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;

tierra entre las manos ahí dejadas.

Tierra y olvido.

 

 

De ‘El canto de las moscas’

Tierralta

Esto es la boca que hubo,

esto los besos.

Ahora solo tierra: tierra

entre la boca quieta.

 

Soacha

Un pájaro

negro husmea

las sobras de

la vida.

Puede ser Dios

o el asesino:

da lo mismo ya.

Tomado de:

https://www.elpais.com.co/cultura/gaceta/lea-12-poemas-de-amor-soledad-y-muerte-de-la-poeta-colombiana-maria-mercedes-carranza.html

 

 

Bogotá 1982

Nadie mira a nadie de frente,

de norte a sur la desconfianza, el recelo

entre sonrisas y cuidadas cortesías.

Turbios el aire y el miedo

en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.

Una lluvia floja cae

como diluvio: ciudad de mundo

que no conocerá la alegría.

Olores blandos que recuerdos parecen

tras tantos años que en el aire están.

Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo

como una muchacha que comienza a menstruar,

precaria, sin belleza alguna.

Patios decimonónicos con geranios

donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;

patios de inquilinato

en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.

En las calles empinadas y siempre crepusculares,

luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,

ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;

estas calles son el laberinto donde he de andar y desandar

todos los pasos que al final serán mi vida.

Grises las paredes, los árboles

y de los habitantes el aire de la frente a los pies.

A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,

un verde Patinir de laguna o río,

y tras los cerros tal vez puede verse el sol.

La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;

nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia

pero también la costumbre irremplazable y el viento.

Tomado de:

https://www.semana.com/libros/articulo/bogota-1982-un-poema-de-maria-mercedes-carranza-para-la-ciudad/70386/

 

 

NECOCLÍ

Quizá

 

el próximo instante

 

de noche tarde o mañana

 

en Necoclí

 

se oirá nada más

 

el canto de las moscas.

 

 

 

MAPIRIPÁN

Quieto el viento,

 

el tiempo.

 

Mapiripán es ya

 

una fecha.

 

 

 

DABEIBA

El río es dulce aquí

 

en Dabeiba

 

y lleva rosas rojas

 

esparcidas en las aguas.

 

No son rosas,

 

es la sangre

 

que toma otros caminos.

 

 

ITUANGO

El viento

 

ríe en las mandíbulas

 

de los muertos.

 

En Ituango,

 

el cadáver de la risa.

 

 

SOACHA

Un pájaro

 

negro husmea

 

las sobras de

 

la vida.

 

Puede ser Dios

 

o el asesino:

 

da lo mismo ya.

 

 

PÁJARO

 

Si la mar es el morir

      en Pájaro

la vida sabe a mar.

(2013, 136).

 

 

URIBIA

 

Cae un cuerpo

        y otro cuerpo.

Toda la tierra

sobre ellos pesa.

(2013, 137).

Tomado de:

https://www.corporacionouroboros.org/carranza-poesia-colombiana-canto-de-las-moscas-generacion-desencantada/

 

 

Extraños en la noche

 

Nadie mira a nadie de frente,

 

de norte a sur la desconfianza, el recelo

 

entre sonrisas y cuidadas cortesías.

 

Turbios el aire y el miedo

 

en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.

 

Una lluvia floja cae

 

como diluvio: ciudad de mundo

 

que no conocerá la alegría.

 

Olores blandos que recuerdos parecen

 

tras tantos años que en el aire están.

 

Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo

 

como una muchacha que comienza a menstruar,

 

precaria, sin belleza alguna.

 

Patios decimonónicos con geranios

 

donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;

 

patios de inquilinato

 

en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.

 

 

En las calles empinadas y siempre crepusculares,

 

luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro, ocurren escenas tan familiares

 

como la muerte y el amor; estas calles son el laberinto que he de andar y desandar: todos los

 

pasos que al final serán mi vida. Grises las paredes, los árboles y de los habitantes el aire de la

 

frente a los pies. A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno, un verde Patinir de

 

laguna o río, y tras los cerros tal vez puede verse el sol. La ciudad que amo se parece

 

demasiado a mi vida; nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia pero también la

 

costumbre irremplazable y el viento.

 

Bogotá, 1982

Tomado de:

https://poetryalquimia.wordpress.com/2022/05/24/14-poemas-de-maria-mercedes-carranza/

 

 

DE BOCAYÁ EN LOS CAMPOS

Allí, sentado, de pie,

a caballo, en bronce, en mármol,

llovido por las gracias de las palomas

y llovido también por la lluvia,

en cada pueblo, en toda plaza,

cabildo y alcaldía estás tú.

Marchas militares con coroneles

que llevan y traen flores.

Discursos, poemas,

y en tus retratos el porte de un general

que más que charreteras

lucía un callo en cada nalga

de tanto cabalgar por estas tierras,

y más que un físico a lo galán de Hollywood

tenía el ademán mestizo de una batalla perdida.

Centenarios de tu primer diente y de tu última sonrisa.

Cofradías de damas adoradoras

y hasta guerras estallan

por disputarse un gesto tuyo.

Los niños te imitan

con el caballo de madera y la espada de mentira.

Te han llenado la boca de paja, Simón,

te han vuelto estatua,

medalla, estampilla

y hasta billete de banco.

Porque no todos los ríos van a dar a la mar,

algunos terminan en las academias,

en los pergaminos, en los marcos dorados:

lo que también es el morir.

Pero y si de pronto, y si quizás, y si a lo mejor,

y si acaso, y si talvez algún día te sacudes la lluvia,

los laureles y tanto polvo, quien quita.

 

 

SOBRAN LAS PALABRAS

Por traidora decidí hoy,

martes 24 de junio,

asesinar algunas palabras.

Amistad queda condenada

a la hoguera, por hereje;

la horca conviene

a Amor por ilegible;

no estaría mal el garrote vil,

por apóstata, para Solidaridad;

la guillotina como el rayo,

debe fulminar a Fraternidad;

Libertad morirá

lentamente y con dolor;

la tortura es su destino;

Igualdad merece la horca

por ser prostituta

del peor burdel;

Esperanza ha muerto ya;

Fe padecerá la cámara de gas;

el suplicio de Tántalo, por inhumana,

se lo dejo a la palabra Dios.

Fusilaré sin piedad a Civilización

por su barbarie;

cicuta beberá Felicidad.

Queda la palabra Yo. Para esa,

por triste, por su atroz soledad,

decreto la peor de las penas:

vivirá conmigo hasta

el final.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/maria-mercedes-carranza/

 

 

18 DE AGOSTO DE 1989

 

 

 

“El tiempo ha sido bosque

 

de Dunsiname”

 

E. M. Cioran

 

 

 

 

 

Este hombre va a morir

 

hoy es el último día de sus años.

 

Amanece tras los cerros un sol frío:

 

el amanecer nunca más alumbrará su carne.

 

Como siempre, entre sus cuatro paredes

 

desayuna, conversa, viste su traje;

 

no piensa en el pasado, aún liviano y todo víspera,

 

en los gestos, hechos y palabras de su vida

 

que mañana serán distintos en el bronce y en los himnos,

 

porque este hombre no sabe que hoy va a morir.

 

 

 

 

 

En su corazón de piedra

 

el asesino afila los cuchillos

 

 

 

 

 

Este hombre va a morir,

 

hoy es la última mañana de sus horas.

 

Por sus ojos de fría carne azul

 

sólo pasan idiomas y horizontes

 

para ciertas cosas que los otros sueñan:

 

la urgencia del pan y de la sal,

 

la flor abierta del brazo, la sangre

 

invisible y contenida en su caracol de venas.

 

Ahora conversa por teléfono, escribe un discurso.

 

en el libro de apuntes lo atropellan

 

con letra afanada y resbalosa

 

los nombres y las citas de ese día,

 

porque este hombre no sabe que hoy va a morir.

 

 

 

 

 

El asesino esconde la cara siempre

 

para que el sol no le escupa sus gargajos de fuego.

 

 

 

 

 

Este hombre va a morir,

 

hoy es el último mediodía de sus años.

 

Con la frente en el abismo sin saberlo

 

estrecha manos, almuerza, pregunta la hora.

 

Sus pasos que ha dirigido otras veces al amor

 

y a asuntos más rutinarios como el olvido

 

o la toalla azul después del baño,

 

que lo han llevado a conocer la gloria

 

en la algarabía elemental de las multitudes,

 

sus pasos pueden ser contados ya

 

porque este hombre camina hacia la muerte.

 

 

 

 

 

El asesino:humores de momia, hiel de alacrán,

 

heces de ahorcado, sangre de Satán

 

 

Este hombre va a morir,

 

hoy es la última tarde de sus días.

 

Se prepara sin saberlo para el ritual:

 

con la voz fingida en la memoria,

 

que casi oye ya entre las caras como olas,

 

repasa las palabras de la arenga:

 

pan y verde, lagos de luz, verde y labios.

 

Frente al espejo rehace el nudo de la corbata,

 

cepilla otra vez sus dientes

 

y con los dedos recorre las alas amarillas del bigote.

 

Entonces las banderas y las manos y las voces,

 

la lluvia roja de papel picado,

 

la hora y el minuto y el segundo.

Tomado de:

https://laestafetadelviento.es/poesia-viva/maestros-jovenes/maria-mercedes-carranza

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