Babel y usted
Si las palabras no se arrugaran, si
fuera posible ponérselas cada
mañana, como una blusa o una
falda, previo
uso del quitamanchas, el cepillo y la plancha.
Si no se pudieran pronunciar ya
más por lo brilladas y rodillonas.
Si, después de un largo viaje, se
botaran como la maleta, tan
descosida, tan llena de letreros y de
mugre. Si no se cansaran, si fuera
normal y corriente someterlas a
chequeo médico cada año,
con diagnósticos y exámenes de
laboratorio, vitaminas y
reconstituyentes y hasta menjurges para
la anemia. Si las
palabras hicieran sindicato en defensa
de sus fueros más legítimos y
reclamaran indemnizaciones por
abuso de confianza a aquellos que las
tratan como a violín prestado. Si
algún día hicieran huelga,
¿qué opina usted, García?
El oficio de vestirse
De
repente,
cuando despierto en la
mañana me acuerdo de mí,
con sigilo abro los
ojos y procedo a
vestirme.
Lo primero es colocarme mi
gesto de persona decente.
En seguida me pongo las
buenas costumbres, el amor
filial, el decoro, la
moral, la fidelidad
conyugal:
para el final dejo los
recuerdos.
Lavo con
primor
mi cara de buena
ciudadana
visto mi tan deteriorada
esperanza, me meto entre la
boca las palabras, cepillo la
bondad
y me la pongo de
sombrero y en los ojos
esa mirada tan
amable.
Entre el armario selecciono las
ideas que hoy me apetece lucir
y sin perder más
tiempo me las meto en
la cabeza. Finalmente
me calzo los
zapatos
y echo a andar: entre paso
y paso tarareo esta canción que
le canto a mi hija:
“Si a tu ventana
llega el siglo
veinte
trátalo con cariño
que es mi
persona”.
Tengo miedo
“Todo
desaparece ante el miedo. El
miedo,
Cesonia; ese bello sentimiento, sin
aleación, puro
y desinteresado; uno de los
pocos que saca
su nobleza del vientre”.
Albert Camus
Miradme: en mí habita el miedo.
Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama:
el miedo.
El miedo al amanecer porque inevitable el sol
saldrá y he de
verlo, cuando atardece porque puede no salir
mañana.
Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se
derrumba, ya los fantasmas, las sombras me cercan
y
tengo miedo. Procuro dormir con la luz encendida
y me hago como puedo a lanzas, corazas,
ilusiones. Pero basta quizás sólo una mancha
en el mantel para que de nuevo se adueñe
de mí el espanto. Nada me calma ni sosiega:
ni esta palabra inútil, ni esta pasión de
amor, ni el espejo donde veo ya mi rostro
muerto. Oídme bien, lo digo a gritos:
tengo miedo.
Tomado de:
https://www.otraparte.org/agenda-cultural/literatura/maria-mercedes-1/
Muestra las virtudes del amor verdadero y confiesa al amado los afectos varios de su corazón
Hoy pienso especialmente en ti
y veo que ese amor carece de desmayos,
de ojos aterciopelados
y demás gestos admirables.
Ese amor no se hace como la primavera
a punta de capullos
y gorjeos. Se hace cada día
con el cepillo de dientes por la mañana,
el pescado frito en la cocina
y los sudores por la noche.
Se vive poco a poco ese amor
entre tanto plato sucio, detrás del cotidiano
montón de ropa para planchar,
con gritos de niños y cuentas del mercado,
las cremas en la cara
y los bombillos que no funcionan.
Y otra cosa: cada tarde te quiero más.
Kavafiana
El deseo aparece de repente,
en cualquier parte, a propósito de nada.
En la cocina, caminando por la calle.
Basta una mirada, un ademán, un roce.
Pero dos cuerpos
tienen también su ocaso,
su rutina de amor y de sueños,
de gestos sabidos hasta el cansancio.
Se dispersan las risas, se deforman.
Hay cenizas en las bocas
y el íntimo desdén.
Dos cuerpos tienen
su muerte el uno frente al otro.
Basta el silencio.
Érase una mujer a una virtud pegada
No tenía ganas
de nada,
solo de vivir.
Juan Rulfo
Yace para siempre
pisoteada,
cubierta de vergüenza,
muerta
y en nada convertida,
mi última virtud.
Ahora soy una mujer
de vida alegre,
una perdida: cumplo
con todos mis deberes,
soy pozo
de bondades, respiro
santidad
por cada poro.
Interrumpo la luz,
le cierro
la boca al viento,
borro las montañas,
tacho el sol,
el cero me lo como
y enmudezco el qué.
Elimino la vida.
Sobran las palabras
Por traidoras decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.
Patas arriba con la vida
Sé que voy a
morir
porque no amo
ya nada.
Manuel Machado
Moriré mortal,
es decir habiendo pasado
por este mundo
sin romperlo ni mancharlo.
No inventé ningún vicio,
pero gocé de todas las virtudes:
arrendé mi alma
a la hipocresía: he traficado
con las palabras,
con los gestos, con el silencio;
cedí a la mentira:
he esperado la esperanza,
he amado el amor,
y hasta algún día pronuncié
la palabra Patria;
acepté el engaño:
he sido madre, ciudadana,
hija de familia, amiga,
compañera, amante.
Creí en la verdad:
dos y dos son cuatro,
María Mercedes debe nacer,
crecer, reproducirse y morir
y en esas estoy.
Soy un dechado del siglo XX.
Y cuando el miedo llega
me voy a ver televisión
para dialogar con mis mentiras.
Oración
No más amaneceres ni costumbres,
no más luz, no más oficios, no más instantes.
Solo tierra, tierra en los ojos,
entre la boca y los oídos;
tierra sobre los pechos aplastados;
tierra entre el vientre seco;
tierra apretada a la espalda;
a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;
tierra entre las manos ahí dejadas.
Tierra y olvido.
De ‘El canto de las moscas’
Tierralta
Esto es la boca que hubo,
esto los besos.
Ahora solo tierra: tierra
entre la boca quieta.
Soacha
Un pájaro
negro husmea
las sobras de
la vida.
Puede ser Dios
o el asesino:
da lo mismo ya.
Tomado de:
Bogotá 1982
Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse
a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de
alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el
amor;
estas calles son el laberinto donde he de andar y
desandar
todos los pasos que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles
y de los habitantes el aire de la frente a los
pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y
sereno,
un verde Patinir de laguna o río,
y tras los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable y el
viento.
Tomado de:
NECOCLÍ
Quizá
el próximo instante
de noche tarde o mañana
en Necoclí
se oirá nada más
el canto de las moscas.
MAPIRIPÁN
Quieto el viento,
el tiempo.
Mapiripán es ya
una fecha.
DABEIBA
El río es dulce aquí
en Dabeiba
y lleva rosas rojas
esparcidas en las aguas.
No son rosas,
es la sangre
que toma otros caminos.
ITUANGO
El viento
ríe en las mandíbulas
de los muertos.
En Ituango,
el cadáver de la risa.
SOACHA
Un pájaro
negro husmea
las sobras de
la vida.
Puede ser Dios
o el asesino:
da lo mismo ya.
PÁJARO
Si la mar es el morir
en
Pájaro
la vida sabe a mar.
(2013, 136).
URIBIA
Cae un cuerpo
y
otro cuerpo.
Toda la tierra
sobre ellos pesa.
(2013, 137).
Tomado de:
Extraños en la noche
Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse
a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de
alabastro, ocurren escenas tan familiares
como la muerte y el amor; estas calles son el
laberinto que he de andar y desandar: todos los
pasos que al final serán mi vida. Grises las
paredes, los árboles y de los habitantes el aire de la
frente a los pies. A lo lejos el verde existe, un
verde metálico y sereno, un verde Patinir de
laguna o río, y tras los cerros tal vez puede
verse el sol. La ciudad que amo se parece
demasiado a mi vida; nos unen el cansancio y el
tedio de la convivencia pero también la
costumbre irremplazable y el viento.
Bogotá, 1982
Tomado de:
https://poetryalquimia.wordpress.com/2022/05/24/14-poemas-de-maria-mercedes-carranza/
DE BOCAYÁ EN LOS CAMPOS
Allí, sentado, de pie,
a caballo, en bronce, en mármol,
llovido por las gracias de las palomas
y llovido también por la lluvia,
en cada pueblo, en toda plaza,
cabildo y alcaldía estás tú.
Marchas militares con coroneles
que llevan y traen flores.
Discursos, poemas,
y en tus retratos el porte de un general
que más que charreteras
lucía un callo en cada nalga
de tanto cabalgar por estas tierras,
y más que un físico a lo galán de Hollywood
tenía el ademán mestizo de una batalla perdida.
Centenarios de tu primer diente y de tu última
sonrisa.
Cofradías de damas adoradoras
y hasta guerras estallan
por disputarse un gesto tuyo.
Los niños te imitan
con el caballo de madera y la espada de mentira.
Te han llenado la boca de paja, Simón,
te han vuelto estatua,
medalla, estampilla
y hasta billete de banco.
Porque no todos los ríos van a dar a la mar,
algunos terminan en las academias,
en los pergaminos, en los marcos dorados:
lo que también es el morir.
Pero y si de pronto, y si quizás, y si a lo mejor,
y si acaso, y si talvez algún día te sacudes la
lluvia,
los laureles y tanto polvo, quien quita.
SOBRAN LAS PALABRAS
Por traidora decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/maria-mercedes-carranza/
18 DE AGOSTO DE 1989
“El tiempo ha
sido bosque
de Dunsiname”
E. M. Cioran
Este hombre va a morir
hoy es el último día de sus años.
Amanece tras los cerros un sol frío:
el amanecer nunca más alumbrará su carne.
Como siempre, entre sus cuatro paredes
desayuna, conversa, viste su traje;
no piensa en el pasado, aún liviano y todo
víspera,
en los gestos, hechos y palabras de su vida
que mañana serán distintos en el bronce y en los
himnos,
porque este hombre no sabe que hoy va a morir.
En su corazón de piedra
el asesino afila los cuchillos
Este hombre va a morir,
hoy es la última mañana de sus horas.
Por sus ojos de fría carne azul
sólo pasan idiomas y horizontes
para ciertas cosas que los otros sueñan:
la urgencia del pan y de la sal,
la flor abierta del brazo, la sangre
invisible y contenida en su caracol de venas.
Ahora conversa por teléfono, escribe un discurso.
en el libro de apuntes lo atropellan
con letra afanada y resbalosa
los nombres y las citas de ese día,
porque este hombre no sabe que hoy va a morir.
El asesino esconde la cara siempre
para que el sol no le escupa sus gargajos de
fuego.
Este hombre va a morir,
hoy es el último mediodía de sus años.
Con la frente en el abismo sin saberlo
estrecha manos, almuerza, pregunta la hora.
Sus pasos que ha dirigido otras veces al amor
y a asuntos más rutinarios como el olvido
o la toalla azul después del baño,
que lo han llevado a conocer la gloria
en la algarabía elemental de las multitudes,
sus pasos pueden ser contados ya
porque este hombre camina hacia la muerte.
El asesino:humores de momia, hiel de alacrán,
heces de ahorcado, sangre de Satán
Este hombre va a morir,
hoy es la última tarde de sus días.
Se prepara sin saberlo para el ritual:
con la voz fingida en la memoria,
que casi oye ya entre las caras como olas,
repasa las palabras de la arenga:
pan y verde, lagos de luz, verde y labios.
Frente al espejo rehace el nudo de la corbata,
cepilla otra vez sus dientes
y con los dedos recorre las alas amarillas del
bigote.
Entonces las banderas y las manos y las voces,
la lluvia roja de papel picado,
la hora y el minuto y el segundo.
Tomado de:
https://laestafetadelviento.es/poesia-viva/maestros-jovenes/maria-mercedes-carranza
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