Siembra de aquellas flores, que al tocado... -
Siembra de aquellas flores, que al tocado...
Siembra de aquellas
flores, que al tocado
tu mano trasladó desde tu seno,
las verdes faldas deste prado ameno,
que sale Silvia -blanca Aurora- al prado.
Tú, depuesto el
ardor, oh sol dorado,
falto de ardores, y de luces lleno,
el campo dora de esplendor sereno,
luminoso esta vez y no abrasado.
Pero, qué
importará que el campo agora
de flores siembres ni de rayos dores,
si sale mi bellísima pastora,
que de flores
copiosa, y de esplendores,
soles los ojos y la boca aurora,
despide rayos y derrama flores.
Tomado de:
https://www.poesiaspoemas.com/paulo-gonzalvez-de-andrade/siembra-de-aquellas-flores-que-al-tocado
Desde que en lechos de zafir reposas
Desde que en lechos de zafir reposas,
y que por sendas de cristal caminas
derramando tus urnas cristalinas
en favor de las playas arenosas,
y desde que con fuerzas caudalosas
a conquistar el mar te determinas,
bañando tus corrientes peregrinas
de Ulisipio las márgenes famosas;
mientras, depuesta la arrogancia, hiciste
espejo sosegado el agua pura,
que a tantas hermosuras ofreciste,
en cuantas viste, oh Tajo, por ventura
en tantos años de camino, ¿viste
igual a la de Silvia otra hermosura?
Tomado de:
https://blogpoemas.com/paulo-gonzalvez-de-andrade/
Música y hermosura
Bien parece tu voz sonora y pura,
por bocas de claveles despedida,
corriente, que del Cielo procedida,
se desata en armónica dulzura.
Ondas de voz y rayos de hermosura,
dulcísimos peligros de la vida,
dos glorias son, adonde dividida
la noticia del Cielo se asegura.
Miro el cielo, oigo el Cielo; en divididos
grillos de suavidad, sonora y muda,
presa la libertad de los sentidos;
y en confusiones de gloriosa duda,
en los ojos feliz, y en los oídos,
no sabe el alma a cuál primero acuda.
Si igual la voz al sentimiento fuera...
Si igual la voz al sentimiento fuera,
como mi sentimiento a tu hermosura,
de los agravios de la edad, segura
mi pena, oh Silvia, y tu beldad viniera.
Dichosa envidia a las edades diera
en tu merecimiento, mi ventura,
y absorto el mundo, de tu lumbre pura
en mis incendios, los efectos viera,
que si tanto debiera a mi cuidado,
yo dejara en mis versos construido
un templo a tus grandezas dedicado,
donde, en común ofensa del olvido,
yo quedase en tu nombre eternizado,
tú venerada, Amor obedecido.
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