martes, 4 de julio de 2023

POEMAS DE JORGE GONZÁLEZ DURÁN


La flor del agua

Si tú me lo dijeras

te preguntara:

¿en dónde empieza el agua

para cortarla?

¿Comenzará en la nieve,

aprisionada?…

¿La encontraré en los ríos

si va descalza?…

¿Se dormirá en tu sueño

de tan delgada?…

Si tú me lo dijeras…

pero lo callas.

¡Dime, dónde está el agua!

¿Por qué el mar la deshace

junto a la playa,

y en pájaros de espuma

la deja ahogada?…

Si tú me la trajeras…

¡cuánto la amara!

…Y el agua se hizo flor

en tu mirada.

 

 

Asonancias

VI

 

Tú, de siempre, tan lejos en el sueño,

sin valles, sin olvido, sin recuerdo.

 

Claveles deshojados sin partida

con tu nombre y sus labios entreabiertos,

por decir, por callar en estos ojos,

los puñales que matan al silencio.

 

Soledades de siempre, tan de siempre,

donde cruzan palabras del invierno,

donde el llanto se pierde en los suspiros,

donde tira sus lágrimas el viento.

 

 

Soledades ausentes de los labios,

soledades cautivas en los cuerpos.

 

Tú de siempre, tan cerca de las playas,

soledades sin sombra y sin recuerdo.

 

VIII

 

Estas rejas de siempre donde sangra el silencio

por llevarte encendida en la sombra del sueño.

 

Sola luz de la luna que las nubes tropiezan

en su viaje de ausencia como el árbol al viento;

clara luz que se inunda en palabras tan blancas,

arena de la sangre donde llora mi cuerpo.

 

Qué delgadas paredes en la noche se alejan

por la fuente sin ojos que te lleva tan lejos;

qué sonora es tu mano en los pasos perdidos,

qué temblor deshojado es la voz de los ciegos.

 

Tras la estrella se anudan soledades nocturnas

desprendiendo tus labios su rumor descubierto.

 

Esperándote siempre las orillas suspiran

en la rosa del alba donde lloran los sueños.

 

 

Poema de la tierra sola

I

 

Pálido envuelve

esta quietud en el rincón perdido,

donde se abre la queja

en la voz de lo oscuro,

donde el remo de arena

deja hincada la cárcel de la espera

en mis ojos ahogados.

 

Nadie te conoce.

Ninguno te conoce.

La tarde va deshabitada.

El hueco despertó de la cisterna

tu silencio en mis ojos.

El cielo está ciego

y el viento deshoja tu nombre.

Tu nombre que nadie sabe.

 

III

 

Esta prisa sin pasos por llamarte,

este dolor de arena,

estas flores de lluvia

donde expiran los arcos,

este violín del miedo

extendido en tu cauce,

tras el rumor mojado en el silencio

habitando la tarde.

 

Estas gotas tan solas que me duelen

congeladas al beso de los vidrios;

este negro,

este luto,

este soñarte lejos en el siempre.

 

 

Este silencio

tan lento,

tan antiguo,

con las miradas áridas

donde la voz se abraza.

Este abismo,

esta cintura tan sola del paisaje.

Esta luna sin pétalos,

sin noche,

bajo espinas de arena.

 

Estos labios

tan secos de nombrarte

tan rojos de tu sangre

en la huida de todos los crepúsculos.

Esta quietud,

este lento desierto de mi frente,

esta ausencia tan sola que se mece

rasgándose en el brinco.

Estos violines clavándose en el miedo,

esta sombra que lejos, en el sueño

desbarata silencios.

 

Estos labios helados.

Esta furia tan lenta de la carne.

Esta vida nevada de la estrella

ahogándose en la tierra,

los claveles huyendo,

las palabras.

 

La rosa de la soledad

V

 

En ti,

sin lentitudes,

sin destierro,

ahondar en el desmayo

la playa de los sueños;

en la sed del silencio

con nuestros cuerpos solos

al brazo de los vientos

 

En ti,

soledades del vértigo.

 

Más allá de la calle

donde todo es recuerdo.

 

Más allá de la luna

con sus hombros cubiertos.

 

Sin ti

la ceniza nocturna

deshojaba sus pétalos.

 

VII

 

He de volver

ausente de mis pasos,

por el fuego que piden

los surcos de la nieve

tras las flores sin labios,

bajo el cielo que sueña

en su cuerpo disuelto,

en sus nubes sin pájaros

y en el árbol que lleva

la espuma de la tierra

hacia un mar olvidado.

 

He de volver,

desde el mar que destruye

perfiles detenidos

en los ojos cerrados,

agonía de su muerte,

soledad de su llanto,

espuma que se ahoga

en su propio cansancio.

He de volver

con tu lluvia de sombra

en inmóvil abrazo,

por decir en tu nombre,

por llamarte en el llanto,

con la noche que llevan las palabras,

con la luna cubriendo nuestros labios,

en tu nombre de siempre

y en el mar contenido de tus brazos.

 

XVI

 

Tú y yo ausentes,

y el nocturno tirado por mi espalda;

tú lejos,

y mi frente esperándote,

tendida,

con el mar solitario

de todas tus miradas,

en esta sed oscura

destruyendo mi cuerpo.

 

Un crepúsculo lejos de mi sangre.

Herido en este nombre

porque te llama inmóvil la palabra

enterrada en tus ojos,

y mi silencio sin poder hablarte,

porque tu voz, en mí, no me responde.

 

XXIII

 

Despierto entre la arena

de un pájaro que sueña con el aire,

buscando cada vez en mí tu sueño;

hacia mis propios brazos

que se alejan contigo con mi cuerpo;

hacia el polvo que el agua

se lleva de mis ojos

quedando la mirada en mí perdida;

hacia mi voz tan cerca de tu nombre

que en mis labios oscuros

las palabras entregan el recuerdo,

bajo el mar silencioso

del pájaro de un sueño ya sin alas.

 

Hacia mi sola sangre

que me abandona en ti

cuando te busco en ella por mi cuerpo.

 

 

Hacia mi soledad que ya se aleja

con la postrera playa

que se entrega en el mar como el silencio,

como la nieve hacia su propio frío

más blanca que la sed ya despedida.

 

Yo te espero en mi sombra,

en lo más último,

que se queda tendida junto al árbol.

 

Yo me espero contigo,

tan nocturna,

hacia el mar en la noche de los brazos.

 

XXV

 

Me encontré con tu voz y con tu olvido.

¿No recuerdas la espuma de mis manos

que llegaba a tu sueño, silenciosa?

Nada sabías de mí, tan sólo un grito

de la sombra perdida en tus palabras…

Y yo era en ti una sed,

la sola sed del agua,

el labio misterioso de un silencio,

la helada palidez que va en la niebla,

y aquella luz tan fría

donde tú me olvidaste entre la arena.

 

Y yo era en ti también la soledad,

oscuro litoral entre tus labios

cuando fue pronunciada la Palabra.

Nacía la luz desde la frente herida

y la sangre de Dios voló en el cielo

con los pájaros leves de la sombra.

Desde entonces tú y yo fuimos olvido,

el sueño de las alas que se acercan

hacia una misma muerte,

y el cansancio perdido de los ojos

olvidados también entre los sueños.

 

Nada sabía de ti, ni de tu nombre,

cuando todo tu olvido me esperaba.

Desde siempre tu misma sombra busco,

y tu mismo silencio espina, sueño.

Desde siempre tus labios,

y mi sed,

junto al olvido los hallé despiertos.

 

XXVI

 

Qué claro es el dolor que va en mi cuerpo,

bajo mi sola espalda, cristalino.

Cómo la huella leve del silencio

me deja entre los labios de la muerte

luminosa hacia el cielo oscurecido.

Y la eterna palabra de la nieve

qué blanca entre los dos, su mismo suelo

muda el adiós en sed y en mar el grito,

crisálida que inmóvil se presiente

en el vuelo tranquilo de la sombra.

 

Noche sola en la luz de la palabra;

qué luz, qué voz en mí y en ti, desnuda,

por la clara pared que sueña el agua,

si el nido de la arena está en mis ojos

como el pájaro ciego de la luna

volando en la mirada, lento, solo,

por mi sangre que vuelve la distancia

roja espera en la vena más oscura,

cuando duele un silencio eterno y roto

en mi cuerpo de sed que se desploma.

 

Todo se calla en mí, que soy silencio:

el agua se abandona entre la nieve

con la muerte más blanca de su cuerpo,

el pájaro me deja el aire solo

bajo el último vuelo que se pierde

en el cielo intocable del retorno,

y el mar su lenta sal, cristal del sueño,

inmóvil en los labios me florece,

eterna luz, dolor de siempre, y polvo

en el verde imposible de las horas.

 

Qué luz tan sola habrá de contenerme

para seguir mi sangre en el olvido,

si en el último sueño se oscurece

la eterna claridad de mi silencio,

más pálido, ceniza, helado filo

que la noche me apaga por el cuerpo;

si la luz es la sangre de la muerte:

sola herida nocturna en este frío,

un temblor de esperanza por el cielo

bajo el árbol desnudo de las olas.

 

Así el dolor esconde entre la arena

un pálido silencio oscurecido,

que intocable en la flor, su orilla vuela

por las alas del agua un mar de sueño;

la eterna soledad que escucha el grito

y el cálido temblor de un árbol lento

renace entre mi voz, sola presencia

que desnuda en silencio va conmigo,

herida con la luz que siempre espero

en la última sed que da la sombra.

 

También mi viva carne va en la nada

por un rojo velero hasta el olvido,

oscuro navegar de la palabra

bajo el sueño marino de la sangre,

cuando vivo en la voz, cuando respiro

la inmóvil soledad impenetrable,

blanca nieve cayendo, libre, blanca,

misterioso calor de un lento abismo

que por el sueño sube o por la carne,

mi eterna soledad contigo sola.

 

Va conmigo la oscura flor de sangre

con un cáliz amargo de silencio,

y la sed de los labios, intocable,

caída en las palabras que te llaman

con la espuma amorosa del recuerdo.

Arde la luz de un beso en la mirada

cuando respiro en ti, sin alcanzarme

porque mi sangre vuela por tu cuerpo:

entonces ya te quiero sin palabras

y estás en mi dolor como una rosa.

 

Tan mía que nunca, tú, sentida, viva,

mi clara soledad, la luz del sueño,

el nido de mi sed, de mi ceniza,

te alejas con el cielo del naufragio.

Tú que llevas el mar azul del viento

y el agua inolvidable de los pájaros

que esperaron sus alas en la orilla.

Tú que siempre te olvidas en mi cuerpo

porque mi sangre eterna son tus labios.

Tú, el marino dolor que va en mi boca.

 

Me dueles, tú, herida entre la ausencia

que devora la luz de la mirada

con la oscura serpiente de mis venas;

y me duele tu voz, la clara fruta

de un silencio tendido junto al agua,

junto a la sed tan sola de la angustia

que mi sangre camina por la arena.

¡Oh, soledad contigo!, flor, manzana,

el tallo en que te oculto se madura

y te nace mi sangre dolorosa.

 

Mira cómo el silencio nos ampara

del olvido en que va la huella oscura.

Toda tú, viva rosa, fresca llama.

Soledad de mi cuerpo, inalcanzable,

donde el claro misterio se desnuda

naciendo entre los dos, en nuestra carne,

herido con el sueño de sus alas…

Y el eterno misterio de la angustia

donde brota el amor en nuestra sangre:

el último misterio, el de la sombra.

 

XXVIII

 

Contigo voy en llamas,

un fuego luminoso te circunda,

leve calor del sueño,

pálidos labios donde vuela el agua

y una playa de sombra, navegando,

en el solo silencio de tu cuerpo.

 

Así mi soledad es toda tuya:

lo que de mío tengo en la mirada,

lo que en el signo inmóvil de mis manos

herido va en la nieve, en el silencio,

el frío en su caída silenciosa

con su temblor de sed y luz incierta,

la ceniza, la helada oscuridad

en que mis lentos labios se destruyen.

 

Todo lo mío que vive, va contigo,

el sabor de mi sed más dolorosa

se adelanta ya solo entre mi sueño;

todo lo mío que sueña, lo que vives

en venturosa y clara soledad,

lo único de ti, lo mío de siempre

que vuela entre la voz no pronunciada.

 

Olas solas de luz, tu voz ardiendo,

junto al viento marino de mis labios

se entregan otra vez, y yo respiro

tu cuerpo luminoso, tu mirada,

y aquí, en mi corazón, tu voz navega

sobre el claro latido de mi sangre.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/jorge-gonzalez-duran/

 

 

Gotas de agua

La noche, amor,

la noche junto al mar, reflejada...

 

    La noche, amor

           ¡qué pequeña!

junto a la fresca sombra de tu cara.

 

 

Nocturno

 

 

 

Cómo duele a mi amor esta tiniebla

que con mis brazos deslazando voy.

Cómo sola la noche te recuerda

          en mi oscura canción,

que ya la flor nocturna de la arena

se deshoja perdida entre la niebla

          llorando mi dolor.

 

 

Canción

Los besos que te doy entre los sueños:

¿los sientes?, ¿te despiertan?,

¿no son acaso para ti como suspiros

que de tus labios vuelan?

 

    ¡Qué silencio en la noche! .

Cuando sueñas:

¿no sueñas en un beso, eterno, solo,

como un mar en la sed y entre la arena?

 

    Porque si todo muere cuando sueñas:

¿en dónde están mis labios

que de tanto besarte, no te besan?

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/276-127-jorge-gonzalez-duran?start=5


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