lunes, 17 de julio de 2023

POEMAS DE SAMUEL T. COLERIDGE


Canción de glicina

 

MIRÉ un rayo de sol,

combado en el azul, hasta la tierra,

y allí vi un pájaro atrevido:

¡oh, qué encantado y dulce!

 

Bajábase y subía, parpadeaba, en círculos

volaba por el rayo de soleada niebla,

con sus ojos de llama y con su pico de oro

y todo su plumaje de amatista.

 

Y así cantaba: «¡Adiós! ¡Adiós!

Lo que sueña el amor se cumple raramente.

Las flores no se quedan nunca, nunca;

no permanecerán las gotas de rocío.

¡Oh, mayo, mayo dulce:

ya es hora de partir!

Iremos lejos, lejos,

¡iremos hoy, hoy mismo!»

 

Versión de Màrie Montand

 

 

El arpa eólica

 

¡Mi Sara pensativa! Reclinada

tu cabeza en mi brazo, es dulce estar

junto a nuestra cabaña recubierta

de jazmín y de mirto (los emblemas

de la inocencia y del amor reunidos)

y ver los montes rebosar la luz

de la tarde, reunirse lentamente

y mostrar el lucero refulgente

como la sabiduría. ¡Qué hermoso

el aroma del campo y qué callado

el mundo! El murmullo del mar lejano

nos habla del silencio.

 

                                  Y esa humilde

arpa -óyela- en su lejano estuche,

acariciada por la simple brisa

cual tímida doncella ante el amante

es tan dulce reproche que me invita

a repetir la falta. Ya sus cuerdas,

suavemente tañidas, nos ofrecen

oleadas de notas que recuerdan

el embrujo sonoro que los elfos

pronuncian por la tarde, cuando viajan

con la brisa que llega de las hadas,

donde la música ronda las flores

salvajes como aves del paraíso

¡flotando en su ala indómita, sin pausa!

¡La vida dentro y fuera de nosotros,

que anima el movimiento y es su alma,

luz en sonido, sonido en la luz,

ritmo en el pensamiento y alegría

en todo! Cómo no amarlo todo

en un mundo tan pleno, donde canta

la brisa y el aire aquietado es música

dormida en ese tácito instrumento.

 

                 Así, mi amor, mientras al mediodía

paseo por las próximas colinas

con ojos entornados y contemplo

la danza de la luz como diamantes,

medito sosegado en el sosiego;

cruzan por mi cerebro, así indolente,

pensamientos que él mismo no convoca

y revuelos de ociosas fantasías

diversas y salvajes cual tormentas

que crecen y se agitan sobre el arpa.

Y ¿no serán los seres animados

arpas dispuestas de diverso modo

que se hacen pensamiento cuando sopla,

viva y vasta, una brisa intelectual,

de cada una el alma, Dios de todas?

Pero tus ojos serios me suponen

un sereno reproche, amada, y esos

borrosos pensamientos no rechazas

y me haces caminar en humildad

con Dios. ¡Hija del Cristo y de su estirpe!

Con sagrada razón has despreciado

conceptos de una mente aún corrupta,

pompas que brillan, se levantan, rompen

con el rumor de una filosofía

vana, ¡pues nunca podré hablar sin culpa

de Él, Incomprensible! Salvo cuando

con temor y con fe interior alabo

a aquel cuya piedad es salvación

para mí, miserable, pecador

e insensato. ¡Aquel que me dio paz

y a ti y esta cabaña, amada mía!

 

Versión de Gabriel Insuasti

 

 

El recuerdo

 

...El heno removido y los primeros frutos,

el heno removido y las mieses de un campo

dicen: se fue el estío. La digital, muy alta,

esparce campanillas de púrpura en el viento,

o cuando se remonta, rozándola, una alondra

o se posa un pinzón en su tallo. El rosal

(en vano predilecto de amores complacidos)

yérguese al modo de una belleza de otros tiempos,

con las espinas, pero se fueron ya las rosas.

Ni logro hallar, en mi paseo solitario,

junto a fuentes o arroyos o en húmedo camino,

la flor azul que brilla, mirando, en la ribera

y es gema de esperanza: el dulce nomeolvides.

Mas no han de marchitarse las flores que Emelina,

con dedos delicados, en la nevada seda

trazó (bien sabe ella que son mis predilectas),

ni, más querido aún, su cabello de ámbar.

 

Versión de Màrie Montand

 

 

El ruiseñor

 

...Y un bosque yo me sé,

vasto, muy cerca de un castillo enorme,

que su señor no habita. Y en el bosque

los zarzales indómitos se enlazan

y quiebran los senderos, y la hierba apretada

y los botones de oro cubren las avenidas.

Mas nunca supe de un lugar tan lleno

de ruiseñores. Cerca o a lo lejos,

en árbol o zarzal, por todo el bosque,

se contestan e incitan en su canto,

con la pugna de trinos caprichosos,

murmullos musicales y rápidos gorjeos

y un leve silbo de mayor dulzura...

Tanto llenan el aire de armonía,

que, cerrando los ojos, olvidarías casi

que no era día. En los arbustos plateados

de luna, que abren leves hojuelas con relente,

tal vez los vieras sobre ramas finas,

sus ojos muy brillantes y redondos

centelleando, mientras un gusano de luz

ya su antorcha de amor alza en la sombra...

 

Versión de Màrie Montand

 

 

Hay una mente, una mente omnipresente...

 

Hay una mente, una mente omnipresente

y omnífica. Su nombre sagrado es el Amor.

¡Oh verdad de sublime grandeza! Quien se nutre

sacia con ella su alma constante, escapa

con una bendición de este ínfimo mundo.

 

Es lo más alto del hombre,

nuestra meridiana majestad, sabernos

partes de una maravillosa totalidad.

Esto hermana al hombre y asienta

su caridad y su conducta. Pero es Dios,

difundiéndose en todo, quien hace toda una unidad.

Y ésta es la peor superstición: desear algo

que no sea Él mismo, suprema realidad (...)

 

Versión de Gabriel Insuasti

 

 

Helada a medianoche

 

La helada cumple su secreto oficio

sin ayuda del viento. Un búho deja

su chillido en la noche -escucha- inmensa.

Todos descansan ya y me entrego a esa

soledad que propicia el desvarío.

Tan sólo queda junto a mí, en su cuna,

el reposado sueño de mi hijo.

¡Es tan tranquilo! Tanto que perturba

el pensamiento con su extremo y raro

silencio. ¡Mar, colina y arboleda,

junto a este pueblo! ¡Mar, colina y bosque

con los hechos diarios de la vida,

inaudibles cual sueños! La azul llama

se aquieta en el hogar y ya no tiembla;

sólo esa cinta interrumpe la calma,

agitándose aún sobre la verja.

Su meneo en la calma de esta escena

le da una semejanza con mi vida,

la toma una amistosa forma cuyo

endeble flamear hace un juguete

del pensamiento y es interpretada

a su modo por el alma, que busca

en cada cosa espejo de sí misma(...)

 

Versión de Gabriel Insuasti

 

 

Kubla Khan

 

EN Xanadú, Kubla Khan

mandó que levantaran su cúpula señera:

allí donde discurre Alfa, el río sagrado,

por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,

hacia una mar que el sol no alcanza nunca.

Dos veces cinco millas de tierra muy feraz

ciñeron de altas torres y murallas:

y había allí jardines con brillo de arroyuelos,

donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,

y bosques viejos como las colinas

cercando los rincones de verde soleado.

 

¡Oh sima de misterio, que se abría

bajo la verde loma, cruzando entre los cedros!

Era un lugar salvaje, tan sacro y hechizado

como el que frecuentara, bajo menguante luna,

una mujer, gimiendo de amor por un espíritu.

Y del abismo hirviente y con fragores

sin fin, cual, si la tierra jadeara,

hízose que brotara un agua caudalosa,

entre cuyo manar veloz e intermitente

se enlazaban fragmentos enormes, a manera

de granizo o de mieses que el trillador separa:

y en medio de las rocas danzantes, para siempre,

lanzóse el sacro río.

Cinco millas de sierpe, como en un laberinto,

siguió el sagrado río por valles y collados,

hacia aquellas cavernas que no ha medido el hombre,

y hundióse con fragor en una mar sin vida:

y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas,

las voces de otros tiempos, augurio de la guerra.

 

La sombra de la cúpula deliciosa flotaba

encima de las ondas,

y allí se oía aquel rumor mezclado

del agua y las cavernas.

¡Oh, singular, maravillosa fábrica:

sobre heladas cavernas la cúpula de sol!

 

Un día, en mis ensueños,

una joven con un salterio aparecía

llegaba de Abisinia esa doncella

y pulsaba el salterio;

cantando las montañas de Aboré.

Si revivir lograra en mis entrañas

su música y su canto,

tal fuera mi delicia,

que con la melodía potente y sostenida

alzaría en el aire aquella cúpula,

la cúpula de sol y las cuevas de hielo.

Y cuantos me escucharan las verían

y todos clamarían: «¡Deteneos!

¡Ved sus ojos de llama y su cabello loco!

Tres círculos trazad en torno suyo

y los ojos cerrad con miedo sacro,

pues se nutrió con néctar de las flores

y la leche probó del Paraíso».

 

Versión de Màrie Montand

Tomado de:

http://amediavoz.com/coleridge.htm

 

 

La sombra de este tilo, mi cárcel

 

A Charles Lamb, de la Casa de la India, Londres

 

Ya se han ido y aquí debo quedarme,

a la sombra del tilo que es mi cárcel.

Afectos y bellezas he perdido

que serán intensos recuerdos cuando

la edad ciegue mis ojos. Mientras tanto

mis amigos, que acaso nunca encuentre

de nuevo por los campos y colinas,

se pasean alegres, tal vez llegan

a ese valle boscoso, estrecho y hondo

del que yo les hablé y que sólo alcanza

el sol del mediodía; o a ese tronco

que se arquea entre rocas como un puente

y ampara al fresno sin ramas y oscuro

cuyas escasas hojas amarillas

no agita la tormenta, pero airea

la cascada. Y allí contemplarán

mis amigos el verde de las hierbas

desgarbadas -¡fantástico lugar!-

que se comban y lloran bajo el borde

de esa arcilla morada.

 

Ya aparecen

bajo el cielo abierto y de nuevo ven

la ondeada y magnífica extensión

de campos y colinas, y el mar

quizá con un navío cuyas velas

alegran el azul entre dos islas

de penumbra violácea. ¡Y caminan

alegres todos, pero tal vez más

mi bienaventurado Charles! Pues muchos años

has anhelado la naturaleza,

recluso en la ciudad, sobrellevando

con alma triste y paciente el dolor,

el mal y la calamidad (…)

 

Traducción de Gabriel Insuasti

 

 

Versos compuestos en una sala de conciertos

 

Traducción de Màrie Montand

 

¡Oh! Dadme, libre ya de esta escena sin alma,

escuchar a aquel músico viejo, ciego y canoso,

a quien, desde los brazos del alma, besé un día:

sus aires escoceses y sus bélicas marchas,

a la luz de la luna, en perfumada noche

de estío, mientras danzo junto al heno esparcido,

con chicas que sonríen entre un brillo de bucles.

O, si el ocaso pone su púrpura en remansos

del lago en calma, terso, dejadme que me esconda,

sin ser visto ni oído, tras los alisos. Flota,

atada a sus raíces una lancha de pesca,

y en su asiento atildado descansa Edmundo y deja

que le mezca la lancha perezosa, y arranca

a su flauta una música tan ardiente y tan triste,

que unas lágrimas dulces en el rostro le tiemblan.

 

Y si corre, Ana mía, el viento de la noche

y la ráfaga hiciese crujir el cobertizo

y chillar agriamente al gallo, entre la lluvia,

¡qué bueno oírte alguna balada triste, triste,

de un náufrago perdido, que flota en la tormenta

y a quien, bajo la arena, su viejo amor sepulta!

Oírte, ¡oh, delicada mujer!, pues tu voz guarda

todas las melodías y goces melancólicos

de la Naturaleza: de pájaros y de árboles,

del quejumbroso mar en las cavernas verdes,

y música y murmullo de donde tiembla, rígida,

al súbito airecillo, la hierba en los brezales.

Versión de Màrie Montand

 

 

Desesperación

 

He experimentado lo peor,

Lo peor que el mundo puede forjar,

Aquello que urde la vida indiferente,

Perturbando en un susurro

La oración de los moribundos.

He contemplado la totalidad, desgarrando

En mi corazón el interés por la vida,

Para ser disuelto y alejado de mis esperanzas,

Nada resta ahora ¿Por qué vivir entonces?

Aquel rehén, que el mundo mantiene cautivo

Otorgando la promesa de que aún vivo,

Aquella esperanza de mujer, la pura fe

En su amor inmóvil, que celebró en mi su tregua

Con la tiranía del amor, se han ido.

¿Hacia dónde?

¿Qué puedo responder?

¡Se han ido! ¡Debería romper el infame pacto,

¡Este vínculo de sangre que me ata a mi mismo!

En silencio lo he de hacer.

 

 

El Argumento del Suicidio

 

Sobre el comienzo de mi vida,

Si lo deseaba o no, nadie jamás me preguntó,

No podía ser de otra manera.

Si la vida era la cuestión,

Una cosa enviada a intentar

La afirmación del vivir,

¿Algo que no puede ser?

Un intento de morir.

 

La Respuesta de la Naturaleza:

 

¿Se retorna igual que al ser enviado?

¿No es peor el cansancio, el desengaño?

¡Piensa primero en lo que eres!

¡Convoca a tu antigua conciencia!

Te he dado inocencia,

Te he dado esperanza,

Y salud, y genio, y una amplia mañana,

¿Retornarás culpable, aletargado,

¿Abatido por la desesperanza?

Escribe por lo que debes vivir,

Haz un inventario, compara.

¡Entonces muere, si te atreves!

 

 

Los Dolores del Sueño

 

Allí en mi lecho descansa mi cuerpo,

Sitio que nunca fue para la plegaria

De labios temblorosos o rodillas inclinadas;

Silenciosamente, en suaves impulsos,

Mi espíritu arrebatado compuso,

Con humilde fe en mis ojos cerrados,

Con reverencial resignación,

Ningún deseo concebido,

Ningún pensamiento expresado,

Sólo un sentido de súplica;

Un sentido sobre toda mi alma

Anticipaba mi debilidad, mi blasfemia;

En mi, sobre mí, a mi alrededor, en todas partes

Yace la fuerza eterna de la sabiduría.

 

Pero anoche recé en voz alta,

Lleno de angustia y agonía,

Surgiendo de la multitud sombría

De formas y pensamientos que me torturan:

Una luz espantosa, los pasos de una hueste,

Sentidos de un mal intolerable,

¡Ellos son a quienes desprecio! ¡Sólo a los Fuertes!

¡La sed de venganza, la ilusión de poder,

¡Se desconcierta, y sin embargo sigue quemando!

El Deseo y el Horror se aman misteriosamente

En los salvajes y odiosos objetos fijos.

¡Pasiones fantásticas! ¡Demenciales batallas!

¡Y la vergüenza y el terror sobre todos!

Los hechos se ocultan donde no hay escondites,

Donde toda la confusión veló mis interrogantes,

Si he sufrido, o cuáles fueron mis pecados:

Para todos parecía culpabilidad, o remordimiento,

Pero yo y los demás seguiremos siendo

El miedo que asfixia la vida,

El alma sofocada de vergüenza.

 

Dos noches han pasado: la noche de la consternación

Anticipó un día triste y aturdido.

El sueño, la gran bendición, me pareció

La peor de las calamidades.

La tercera noche, cuando mi propio grito

Me arrebató de un sueño diabólico,

Superando un sufrimiento extraño y salvaje

Lloré como cuando era un niño;

Y habiendo sido sometido por las lágrimas

Mi angustia lentamente se suavizó,

Tales castigos, pensé, se deben

A las profundas manchas del pecado,

Por la intemperancia nueva

Dentro del insondable infierno,

¡Habremos de ver el horror de sus mansiones,

¡Conocerlas y aborrecerlas, y aún desearlas!

Tales tristezas de algunos hombres se aferran

¿Pero cuáles, cuáles caerán sobre mí?

Ser amado es todo lo que necesito,

Y cuando pronuncie Te Amo, será definitivo.

Tomado de:

http://escritosdesdelaoscuridad.blogspot.com/2015/02/ocho-poemas-de-samuel-taylor-coleridge.html

 

 

La presencia del amor.

 

Y en las horas más ruidosas de la razón,

Todavía existe un incesante susurro: Te amo;

Único consuelo y soliloquio del corazón.

 

Tu moldeas mi esperanza, vestida en mi interior;

Liderando todas mis palpitaciones, fluyendo en mi dolor.

Tu yaces en mis muchos pensamientos, como la luz,

Como la dulce luz del crepúsculo,

O la visión anticipada del verano rompiendo en el arroyo,

Nubes reflejadas en un lago.

 

Y mirando hacia el cielo que se arquea sobre ti,

Muy a menudo, bendigo al dios que me ha hecho amarte así.

Tomado de:

http://elespejogotico.blogspot.com/2009/01/la-presencia-del-amor-samuel-taylor.html

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