La saeta
Dijo una voz popular:
«Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?»
Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar.
Cantar del pueblo andaluz
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que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz.
Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía
y es la fe de mis mayores
!Oh, no eres tú mi cantar
no puedo cantar, ni quiero
a este Jesús del madero
sino al que anduvo en la mar!
Soñé que tú me llevabas
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
Sol de invierno
Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
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de verde, la palmera.
Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
de sol!...» Los niños juegan.
El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.
Cuando sea mi vida…
Cuando sea mi vida,
toda clara y ligera
como un buen río
que corre alegremente
a la mar,
a la mar ignora
que espera
llena de sol y de canción.
Y cuando brote en mi
corazón la primavera
serás tú, vida mía,
la inspiración
de mi nuevo poema.
Una canción de paz y amor
al ritmo de la sangre
que corre por las venas.
Una canción de amor y paz.
Tan solo de dulces cosas y palabras.
Mientras,
mientras, guarda la llave de oro
de mis versos
entre tus joyas.
Guárdala y espera.
Tomado de:
https://psicologiaymente.com/cultura/mejores-poemas-antonio-machado
EN EL ENTIERRO DE UN AMIGO
Tierra le
dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de
la abierta sepultura
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco.
De los gruesos
cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros...
Y al reposar
sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio.
Un golpe de
ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra
caja se rompían
los pesados terrones polvorientos...
El aire se
llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
-Y tú, sin
sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos...
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero.
RECUERDO INFANTIL
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase.
En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre
sonoro y hueco,
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro
infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón.
Una tarde
parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.
- VI -
Fué una clara tarde, triste y soñolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
La fuente
sonaba.
Rechinó en la
vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso, y, al cerrarse, grave,
golpeó el silencio de la tarde muerta.
En el
solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora
me guió a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.
La fuente
cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?...
Fué una tarde lenta del lento verano.
Respondí a la
fuente:
No recuerdo, hermana;
mas sé que tu copla presente es lejana.
-Fué esta
misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares
que ves sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?...
Fué esta misma lenta tarde de verano.
-No sé qué me
dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.
Yo sé que tu
claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.
Yo sé que tus
bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.
-Yo no sé
leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.
Fué una clara
tarde del lento verano...
Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde, dijeron tu pena.
Dijeron tu
pena tus labios que ardían:
la sed que ahora tienen, entonces tenían.
-Adiós para
siempre, la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre, tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.
Rechinó en la
vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso, y, al cerrarse, grave,
sonó en el silencio de la tarde muerta.
- VII -
El limonero
lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de primavera;
tibia tarde de marzo,
que al hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente
de la tarde flota
ese aroma de ausencia
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese aroma que
evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te
recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me
viste hundir mis manos puras
en el agua, serena
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te
conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.
- VIII -
Yo escucho los cantos
de viejas cadencias
que los niños cantan
cuando en coro juegan,
y vierten en coro
sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas,
que no son alegres,
con lágrimas viejas,
que no son amargas
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.
En los labios
niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores
que nunca se cuentan.
Jugando, a la
sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban...
La fuente de
piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los
niños
canciones ingenuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.
Vertía la
fuente
su eterna conseja:
borrada la historia,
contaba la pena.
ORILLAS DEL DUERO
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco
invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una
tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.
Pasados los
verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.
Entre las
hierbas alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!
¡Chopos del
camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía, sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!
A la desierta plaza
conduce un laberinto de callejas.
A un lado, el viejo paredón sombrío
de una ruinosa iglesia;
a otro lado, la tapia blanquecina
de mi huerto de cipreses y palmeras,
y, frente a mí, la casa,
y en la casa, la reja,
ante el cristal que levemente empaña
su figurilla plácida y risueña.
Me apartaré. No quiero
llamar a tu ventana... Primavera
viene -su veste blanca
flota en el aire de la plaza muerta-;
viene a encender las rosas
rojas de tus rosales... Quiero verla...
- XI -
Yo voy soñando
caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
«En el corazón tenía
»la espina de una pasión;
» logré arrancármela mi día,
» ya no siento el corazón».
Y todo el
campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más
se obscurece,
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar
vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
» quién te pudiera sentir
» en el corazón clavada».
- XII -
Amada, el aura
dice
tu pura veste blanca...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
El aura me ha
traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
En las
sombrías torres
repican las campanas...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
Los golpes del
martillo
dicen la negra caja;
y el sitio de la fosa,
los golpes de la azada...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
- XIII -
Hacia un ocaso
radiante
caminaba el sol de estío,
y era entre nubes de fuego, una trompeta gigante
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.
Dentro de un
olmo sonaba la sempiterna tijera
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
entre metal y madera,
que es la canción estival.
En una huerta
sombría
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía.
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.
Yo iba haciendo
mi camino,
absorto en el solitario crepúsculo campesino.
Y pensaba:
«¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa,
toda desdén y armonía;
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía
de este rincón vanidoso, obscuro rincón que piensa!».
Pasaba el agua
rizada bajo los ojos del puente.
Lejos, la ciudad dormía
como cubierta de un mago fanal de oro transparente.
Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.
Los últimos
arreboles coronaban las colinas,
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.
Yo caminaba cansado,
sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.
El agua en
sombra pasaba tan melancólicamente,
bajo los arcos del puente,
como si al pasar dijera:
«Apenas
desamarrada
a pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
se canta: no somos nada.
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera».
Bajo los ojos
del puente pasaba el agua sombría.
(Yo pensaba: ¡el alma mía!)
Y me detuve un
momento,
en la tarde, a meditar...
¿Qué es esta gota en el viento
que gritar al mar: soy el mar?
Vibraba el
aire asordado
por los élitros cantores que hacen el campo sonoro,
cual si estuviera sembrado
de campanitas de oro.
En el azul
fulguraba
un lucero diamantino.
Cálido viento soplaba
alborotando el camino.
Yo, en la
tarde polvorienta,
hacia la ciudad volvía.
Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras caer el agua se oía.
Tomado de:
https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/soledades-galerias-y-otros-poemas-983792/html/
Las moscas
Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
El ojo que ves
El ojo que ves no es
ojo porque tu los veas,
es ojo porque te ve.
La plaza tiene una torre
La plaza tiene una torre,
La torre tiene un balcón,
el balcón tiene una dama,
la dama una blanca flor.
Ha pasado un caballero
- ¡quién saber por qué pasó! -
y se ha llevado la plaza,
con su torre y su balcón,
con su balcón y su dama,
su dama y su blanca flor.
Para tu ventana
Para tu ventana
un ramo de rosas me dio la mañana.
Por un laberinto, de calle en calleja,
buscando, he corrido, tu casa y tu reja.
Y en un laberinto me encuentro perdido
en esta mañana de mayo florido.
¡Dime dónde estás!
Vueltas y revueltas,
ya no puedo más.
Sobre el olivar
Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.
Y la encina negra,
a medio camino
de Úbeda a Baeza.
Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.
A Santa María
un ramito verde
volando traía.
¡Campo de Baeza,
soñaré contigo
cuando no te vea!
Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.
San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía
del velón de aceite
de Santa María.
La Virgen habló:
-Déjala que beba,
San Cristobalón.
Pegasos, lindos pegasos
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera...
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
Despacito y buena letra
Despacito y buena letra:
el hacer las cosas bien
Importa más que el hacerlas.
Si vino la primavera
Si vino la primavera
volad a las flores, como las abejas;
volad a las flores, niños;
no chupéis la cera.
A una japonesa
A una japonesa
le dijo Sokán:
con la blanca luna,
te abanicarás,
con la blanca luna,
a orillas del mar.
Desde Sevilla a Sanlúcar
Desde Sevilla a Sanlúcar
desde Sanlúcar a la mar,
en una barca de plata
con los remos de coral
donde vayas, marinero,
contigo me has de llevar.
Abril galán
Mientras danzáis en corro,
niñas cantad: "Ya están
los prados verdes,
ya vino abril galán."
A la orilla del río,
por el negro encinar,
sus abarcas de plata
hemos visto brillar.
Mientras danzáis en corro,
niñas cantad: "Ya están
los prados verdes,
ya vino abril galán."
Tomado de:
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