Mar de la desesperanza
Entramos en las urbes del Sur
se nos aceleraban los pensamientos al roce del vuelo
de las aves
había ciudades hechas de carne
había ciudades enteras orgánicas latientes
había edificios que respiraban con inhumana lentitud
había edificios zócalos muros cines corredores
que subían y bajaban lentos
en sus sístoles y diástoles enfermos
todo está vivo dijo una voz
había mucha noche
más noches de las jamás previstas y cuerpos
deslizándose en esas noches
que parecían barcos fantasmas deslizándose por esas
noches
mujeres (colegialas, vestales, monjas, prostitutas,
púberes e impúberes, todo el catálogo soñado)
oro no había
había música electrónica signos había
peces
advertencias
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del
tacto
dijo una voz
cada cosa relumbra con el brillo
que sueña tu ojo
y hubo miedo a que no hubiera nada
los escapes de los cines nos servían de refugios
miradores
tuvimos que adecuar la mirada imaginar el tacto
entresoñar el coito
amarnos los unos a los otros en el más total de los
silencios
queríamos mantenernos en esas visiones
empaparnos destas vestales
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del
tacto
dijo la voz
pero todo latía casi imperceptible
con pasmosa lentitud
acequias prostíbulos semáforos vitrinas y los cuerpos
todo subía y bajaba despoblado
en sus sístoles y diástoles
baldíos
Argel
“Saavedra: que, a
pesar mío, sin saber lo que era,
me vi el marchito
rostro e agua lleno.
Ofrecióse a mis
ojops la ribera”.
cervantes
El polvo de vientos barrió las calles,
ahí donde estaba tu cuerpo en la ciudad,
aunque tallada a lluvia en las fachadas
de los hoteles,
se llevó tus especies, tu pelo, tu bálsamo,
tus pechos que ya iban en pleno tránsito
del barro, del más no poder, la podredumbre,
la muerte, al fin;
fue injusto ya que tú no sabías nada del Universo,
la mierda, el rock, los sueños: te barrieron
no más al margen como papeles o preservativos o
colillas de cigarros, baba, cenizas, semen, todo
eso que el viento quiere, se nutre, se hincha;
ya las calles de la ciudad quedaron tan vacías,
tan sin ti, tan sin maravilla,
que me dije nos dijimos todos, ¿para esta muerte
tantas millas ganas ardor dolor sueño?
Se había declarado el Estado de Sitio,
las calles vacías, los lumínicos brillaban para
la muerte, los cuerpos eran la danza de la
muerte por los bulevares atestados de objetos.
Ahora el mundo se poblaba
de animales
sustitutos de tu
cuerpo.
Todo eso era un Argel, la ciudad más triste
del Universo; no puede haber ciudad feliz
repleta de prisioneros y putas: por todas partes
penaban las ánimas, y nosotros, cautivos del
deseo de seguir vivos por nuestros cuerpos,
nos perseguimos por los bulevares atestados de
objetos, máscaras, sombras chinas, fantasmagorías,
la guerra era a muerte, cuerpo a cuerpo,
inacabable como si todo transcurriera en un
juego de video:
el deseo nos estallaba contra los ojos,
como sol.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2023/06/poesia-chilena-tomas-harris/
EL DESAFÍO
¿Quién eres tú?
Soy la Muerte.
¿Vienes por mí?
Hace ya mucho tiempo que navego en tus barcos
y camino a tu lado.
Lo sé. He oído abejas.
Podrían ser moscas.
Lo mismo da.
Estás listo.
Yo, sí. Pero mi cuerpo teme.
Es lógico. El cuerpo siempre teme.
No es para menos:
mira los empalados,
mira los crucificados,
mira los desollados,
mira esos neonatos revolviéndose en sus placentas
en esas bolsas de nylon negras,
mira esas putas tajeadas,
mira el Nostramo entre las nubes
desaguando su roja baba de ácido y las vísceras del
Otro,
miro toda lo carne chamuscada y el humo aventado
aún perfumando la costa…
¿Tú juegas ajedrez, no es cierto?
¿Qué te hace suponer tamaño huevada?
Lo he visto en los cuadros y lo he oído en infinidad
de canciones y leyendas.
Eso era antes,
cuando había cuadros y canciones y leyendas.
¿Qué juegas ahora?
Juegos de Guerra
en el video game de mis dominios.
LOS 7 GORILAS ALBINOS
Entonces aparecieron 7 gorilas,
los 7 gorilas eran albinos,
eran las últimas especies sobrevivientes
en la desolada Sudamérica,
estaban protegidos por la Séptima Enmienda,
gruñían,
para espantar,
se hacían la paja como si éste fuera a ser
el último día del Universo,
de sus humeantes hocicos les chorreaba una sangre
espesa,
casi coagulada,
esta sangre caía sobre
7 enormes baberos que les cubrían el pecho,
en dichos baberos estaba pintada la Eternidad,
al óleo,
el pintor debía ser un artista anónimo destas tierras
del diablo,
ya que la Eternidad pintada
en los baberos sangrientos
esta representación de la eternidad
no llevaba firma alguna ni huella del desconocido
artista,
nunca supimos si era indio o cristiano,
o mezcla de ambos,
los 7 gorilas albinos corrían describiendo
un círculo,
una elipse,
como las que describía en el pútrido cielo destas
tierras
el Nostromo en su paso sangriento de fantasma;
deben ser distintas representaciones
de este puto cubo del Mundo, pensé yo,
Antonius Block, Almirante de esta misión;
nunca lograrán ponerse de acuerdo al respecto.
UNA PARTIDA DE BILLAR EN ÍTACA
Sucio soñar con salones de billar llovidos,
donde las bolas son de piedra asimétrica y, por lo
tanto,
no pueden rodar sobre las mesas que carecen
de bandas, como cuando la tierra era
cuadrada y el Finis Terrae marcaba el desbarrancamiento
de toda la flota imperial.
Suelo soñar con salones de billar inundados,
donde los jugadores están muertos, flotando en la
albúmina
líquida de estos salones de billar inundados,
donde los jugadores flotan en sus propios gástricos
venenos,
y las bolas y los tacos, como si fueran inútiles boyas,
y quebrados mástiles y trinquetes,
del naufragio de un galeón imperial.
Suelo soñar con salones de billar desiertos,
donde las buchacas cuelgan como escrotos entre
las mesas sin tela, porque alguien, un marinero de
otra historia, se envuelve con ellas para
no morir de frío, porque estos salones de billar
están repletos de fisuras por donde entra la memoria
malherida como gata escaldada, violada, negra.
En estos salones de billar anida Ítaca
y no se puede contra Ítaca
porque anida como un murciélago bíofluorescente
ciego, en celo, avivando la lumbre de su faro,
llamando desde Ítaca a las furiosas hirvientes
murciélagos de Ítaca.
Suelo soñar con los salones de billar de Ítaca,
donde, borracho, trato de embocar las bolas,
pero éstas saltan de las mesas y chocan
contra los muros tiznados y sus odiosos
proverbios del Infierno:
The road of excess leads to the palace of wisdom.
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/thomas-harris-3/
MAR DE LOS PECES ROJOS
Me pararon al frente, me dijeron
Habla
Y hablé.
Me pararon al frente, me dijeron
Desnúdate
Y me desnudé.
Me pararon al frente, me dijeron
Órnate
Y me incrusté oropel, pedrerías,
Oro falso
En el cuero.
(Aplausos)
No sufrí apremios físicos, debo decirlo,
Pero me rodeaba la muerte.
La noche, esa noche, era primordial.
Había calles angostas,
Pasos, gritos,
Cuerpos.
Los puntos cardinales estaban perdidos.
Yo estaba perdido, en un sueño, en una película.
La noche en Rumble Fisch.
El mundo era un círculo en blanco y negro
Despoblado por fantasmas
Habitado por dos peces rojos
Devorando s reflejo
a falta de víctima.
Todo esto era circular y referido por la muerte;
El mundo era circular, en blanco y negro, habitado
Por dos peces rojos devorando su reflejo.
Todo transcurría en el teatro o en el cine.
Todo transcurría en la calle o en un sueño.
Los puntos cardinales se habían perdido
Y el vértigo de la velocidad entraba por los ojos,
Por los poros,
Yo estaba poseído por efectos especiales.
La ciudad era un mar en penumbras,
Blanco y negro,
Dos peces rojos.
Devoraban sus reflejos.
Yo era un pez, Almirante, y la muerte
Otro pez.
MAR DEL DOLORIDO SENTIR
Me cosieron la boca y los ojos
Me inocularon coca cola en las venas
Todo transcurre en una película mexicana
What is your name me preguntó alguien
Desde alguna parte
Ahora ya no puedo seguir hablando por todos
Ustedes se esfumaron tras ese halo de luz
Los demás desaparecieron en ceniza
Se obliteraron en humo o lluvia de la ciudad
A mí me arrastraron por un pasillo angosto y húmedo
Como vientre
Rojo
(la intensidad del color filtraba la venda)
olía a pierna humana
como en el corredor de Maldoror
¿sugar mister? Me preguntan ocultos
por la radio tocaban un corrido
perros ladraban
la música se me emplasta por los oídos
por ahí puedo sentir bien
por acá no
el corrido comienza a arderme en los oídos
los hombres sacan pistolas
a mí me trataron como a todo prisionero de guerra
olvidando los tratados y la piedad
el pasillo se adensaba hasta el mismo color del miedo
ahora el espacio y las sensaciones eran intensidad pura
energía pura
mi cuerpo se confundía con el pasillo y mi pensamiento
con mi
cuerpo
un perro negro metía y sacaba la lengua
muy rosada
la sangre me chispeaba en las venas
(me habían inoculado coca cola)
el pasillo se hacía verde azul dorado tras la venda
todo iba siendo brillo y color y ardor
I HAVE THE POWER
pensé entonces,
y desembocamos, como si fuera un coito, desembocamos:
aparecí en la calle Pedro León Gallo; había baldíos,
por todas partes, hierros viejos, raíles, huellas,
niños en desnutrición:
a la izquierda de mi cuerpo, de mi dolorido sentir,
había un túnel, rojo,
gruta vulva socavón o cueva,
las nubes descendían al nivel de mi cara,
un perro negro metía y sacaba la lengua,
amanecía en Concepción.
LOS SENTIDOS DE LA ÉPICA
Me he propuesto la difícil empresa
De enamorar por el resto de su vida a una sola mujer:
Como esos hombres de barbas rojas que perseguían
Por el resto de su vida la inconmensurable distancia,
Y la teñían de mar,
De cielos explotando,
De crepúsculos bordeando con la Nada y,
Al final,
Regresaban al punto de partida y el único
Sabor en sus bocas, además de la adorable sal,
Era la amargura de la certeza de que la tierra
Era una redonda y húmeda esfera:
Pero yo me he propuesto la difícil empresa de
Enamorar por el esto de su vida a una sola mujer:
Tengo muchos aspectos en mi contra:
Los primeros, los más comunes
El transcurso del tiempo, la decrepitud, el cansancio
De la mente y la sinopsis del gusano:
(El temblor de mis manos sobre su cuerpo sólo la
estremece)
El segundo, puede ser la vaga impresión
De desaliento al ver marchitarse las flores amarillas
Que tras un viaje por un océano de cipreses grises
Una vez le regalé:
También está la oscura tentación de descerrajar
Los cajones con llave que todos guardamos
En un recóndito ámbito: esos cajones con llave
Que tanto bien hacen al amor por su tranquilo misterio,
Que invariablemente compartimos, en silencio,
En la noche de insomnios y e la noche de sueños:
También está el deseo de partir nuevamente,
Que es consubstancial
a todo navegante
y yo soy un navegante:
También están mis manías, mis celos y mis insomnios,
Y ese gran amor a mí mismo que nunca me deja,
Ese atroz enemigo que gruñe, roe, escalda y se
Ríe a mis espaldas de mis muecas:
Ese atroz enemigo me recuerda en las noches,
Cuando subo a su cuerpo
El poema de Malcom de Chazal:
Cuídame de amarme demasiado
Volverías a ti mismo.
El amor es redondo.
Además está Ella Misma, como el mar tan
Amado por los navegantes, ese mar que en sus mareas
Lo podemos arribar, costa, o morir en él, altamar;
Pero también tengo algunas cosas a mi favor:
No sé si las menos o las más:
Fuera de las rosas amarillas y marchitas,
Mis insomnios, la compulsión de la partida,
Mis manías, el que sea un navegante, todo eso que ella
Ya adora y ama:
La certeza de que la única manera de enamorar
Por el resto de su vida
A una sola mujer
Es amando a una solo a mujer.
Eso, además de las rosas amarillas y marchitas,
De mis insomnios y la compulsión por la partida,
Dado que soy un navegante,
Y mis manos temblorosas y mis manías,
Y mi cojera,
Y la tentación de descerrajar sus cajones con lave
Y mis propios cajones con llave.
Pero también tengo a mi favor
El hecho de que cocino delicioso y que cuando la amo
La persigo por inconmensurables distancias y la tiño de
Mares y cielos explotando
De crepúsculos bordeando con la Nada, y,
Al final,
Regresamos al punto de partida
Y ahí el único sabor en i boca
Es la adorable sal de su boca:
Y sé que sí, que si regreso a mí mismo,
Que si el amor es redondo,
Al final de esta húmeda e inconmensurable esfera,
me aguarda ella, la mujer que me he propuesto amar
por el resto
de
mi
vida.
LOS SENTIDOS DEL RELATO
Te voy a contar una historia,
te voy a contar una historia, paloma,
aquí en esta solitaria playa de Cipango,
desnudos tu y yo,
aunque sólo sirva para disminuir un instante de tu
odio;
a esta historia miserable
la investiremos de gesta,
de gesta individual y podrida,
gestada entre el silencio y el cielorraso,
entre los crujidos de la noche en medio del vacío
y con el deseo como único sol fulgurando al borde
de la muerte;
esta gesta de la nada que te narro
debe ser como una fuente de perlas y rubí,
el blanco y el rojo confundidos
en estas sábanas junto al mar
para derramarnos al siguiente paso
este es mi deseo: así como te he cubierto,
así como me he derramado en tu cuerpo tan joven,
así,
derramarme y cubrir este panorama desolado
que contemplamos
mar y silencio,
rezumantes de jugos corporales,
tú y yo:
Ya se apagaban los últimos neones como emblemas
de un falso mundo luminoso,
ya se iban los 90,
la peste desbordó por esos mismos parajes:
estas que ves frente a tu cuerpo todavía tembloroso,
pálidas y desmendradas,
a punto de apagarse para siempre al primer soplo
de verdadera pasión
son las últimas ciudades de Sudamérica:
Cipango, Tebas,
Cathay, California,
Argel, Tenochtitlan:
perros son esos que ladran en las esquinas
contra el miedo;
viento, esos murmullos que sobrevuelan los callejones
borrando las señas de la muerte;
tiempo, eso que transcurre sin huella,
empedrando las ganas, esas momias de nuestros pueblos;
estas que ves son las 7 últimas ciudades de Sudamérica
como 7 planetas de barro y silencio
fulgurando sin luz propia
en 7 descampados estancos:
aunque el camuflage sea perfecto,
la ornamentación de la decrepitud y las tablas y la
tierra,
esta gesta transcurre en pleno Reino del Poder;
soy el viejo Helicón y no miento,
es peligroso, paloma,
que estemos aquí en esta playa baldía
hablando como hablamos
de la muerte,
del amor,
del silencio;
es peligroso hablar así:
yo no sé nada de poesía,
sólo me sé a tu lado
en esta intemperie,
en los márgenes de Cipango,
bañados por la luna cruel.
PARTO
La boca de lobo me escupió
a una barriada postmedieval como un suspiro de monja
sangrienta.
Así fue mi parto, así mi azul expulsión de la culpa.
Ahora que soy Lobo, puedo aullarlo al viento,
pues me han inculcado una Fe leprosa.
Sólo una Fe leprosa puede emanar de un bautismo dual,
de simientes pretéritas, en pleno Pleistoceno
Postmedieval.
Y la placenta de la boca pineal de la loba que me
malparió.
Mi parto en los yermos de la peste.
En la desolación sin, de su reyno de adormideras
negras.
Empapado y aun fetal, Lobo se escabulle entre los
yermos tristes
de tanto poder acumulado,
sólo queda entre las briznas la placenta delatora.
La loba madre debe comérsela antes de la llegada de los
cazadores virtuales.
De los cazadores de brujas cibernéticas,
de los cazadores de réprobos, de los cazadores de lobas
holográficas.
Pero si la loba madre no puede volver la placenta a su
matriz aterida,
la placenta deberá hacer el trabajo sucio.
Y entonces será una placenta dentada, voraz,
una placenta hambrienta, deslizándose por los páramos
arrasados por las guerras intestinas, esa nueva
economía del neo-feudo,
una placenta viscosa, porosa, espejeando el cielo,
una placenta hinchándose bajo el reflejo de Castor y
Pólux,
una placenta arrasándolo todo a su paso, abriéndole
camino al lobezno,
por la felpa agusanada y azul de la luna cómplice.
LA FE
Fuera de la boca de lobo, la Fe es lepra de sangre
azul.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es una estrella
destripada.
Fuera de la Boca de lobo, la Fe es un cardenal orinando
desde el cielo.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es los pinchos y el
garrote.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es tierra sin labrar,
promontorios.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un desafinado canto
gregoriano.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es una pulga, una
mosca, un ratón.
La pulga sangra a la Fe.
La mosca caga y fornica con la Fe.
El ratón corroe los huesos mondos de la fe.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es tormento y
apostasía.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es casulla y cuchillo.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es un poeta desollado,
chorreante.
Fuera de la boca de lobo, de la Fe es culo de
hermafrodita mancillado
por libertinos navegantes del ciberespacio.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un sacramento de
fango,
hozado por piaras caníbales.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es silencio, silencio,
silencio de Dios.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un asesino infeliz.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un santo con antifaz
rosa.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es NO.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es la Esfinge,
Calígula, Fitzcarraldo.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es NO.
Fuera de la boca de Lobo la Fe es ¿Padre, por qué
renunciaste a mí
renunciando a ti mismo?
Fuera de la boca de lobo, la Fe.
Fuera de la boca de lobo.
Fuera de la boca.
La Fe.
De la boca para fuera.
QUE WILLIAM BLAKE NO SE LEVANTE DE SU TUMBA
I
He orado para que William Blake no se levante de su
tumba.
He oído noticias, de boca en boca, de trueno en trueno,
las noches de este crudo invierno, acá en Ciudad
Gótica.
Todas dicen que William Blake se levantará de su tumba.
Qué haría William Blake fuera de la tumba.
Dicen que los años de muerte borran las huellas del
lenguaje.
Cómo no, si los gusanos han corroído el cerebro
que alojaba las palabras y sus visiones.
No todo hombre es capaz de aguzar sus visones hasta
producirlas
en un estado que podríamos llamar iluminaciones negras.
No, que William Blake no se levante de su tumba,
como se anda corriendo la voz.
Qué sería de Ciudad Gótica con esa sombra atroz
arrastrándose
por los muros?
Yo tengo mujer, o una loba, no importa, que cuidar,
por eso no quiero que un tipo capaz de matar a un
inocente
con tal de no apagar sus deseos se levante de su tumba.
Poseo una hermosa gruta ornada de estalagmitas
y estalactitas fluorescentes,
un jardín donde deslumbran los fuegos fatuos.
¿Cómo permitir entonces que ocurra este rumor,
este demasiado rumor, que William Blake se levantará
de la tumba al séptimo día del séptimo mes del séptimo
siglo?:
Anatema sea.
Anatema sea:
The cut worm forgives the pow.
II
Emerge con el tórax en llamas, William Blake de su
tumba,
de lápida en lápida,
de tiniebla en tiniebla,
muerto de lejana muerte y redivivo de imposible hálito,
mareado por el Leteo agitado esta noche de vientos tan
fuera
de estación,
William Blake con ese aire de un Whitman embrujado,
envés del viejo de yerbajos y hojas y sexo,
este es un cadáver que va perdiendo poco a poco su
putrefacción,
puede ser un dios a pesar de ser él, William Blake,
ya lo ha purgado todo en su poesía,
ya ha lavado todas las supuraciones de la muerte en sus
proverbios,
ya ha hecho proverbial el Bien y el Mal en sus
apotegmas,
y, para bien o para mal, los ha pulido, y ahora son
espejos.
Así, camina nada más, el viejo William Blake recién
levantado de su tumba y se encuentra en las medianías
del cementerio con el lobo;
Te has levantado de tu tumba, le dice el lobo.
“Corrían rumores” dice William Blake.
“¿Para qué tanto enigma?”, pregunta el lobo.
“Dicen las voces que la poesía cambiará el mundo.
Que por fin adviene la verdadera Revolución, la de la
poesía”,
musita, un tanto incrédulo William Blake.
¿Y eso era todo?, pregunta el lobo.
¿Y la plaga el crimen el incesto la ablación del Deseo?
pregunta el lobo.
“Oí lo que oí” responde William Blake.
Y la carcajada del lobo es tan brutal que devuelve
a William Blake a su tumba.
Y el lobo queda solo en la medianías del cementerio,
en Ciudad Gótica, y aúlla y trota entre las lápidas,
y piensa:
¿Por qué no se levantará mejor Marx de la tumba?
FENOMENOLOGÍA DEL VILLANO DE ESTOS POEMAS
Tengo sexo.
Todos los crepúsculos los ofrendo al sexo.
Mi mente es un cenicero de boîte manchado de sexo.
De cenizas amargas de sexo.
Copulo con lo que me ponen por delante.
Lo que venga de los Reinos que configuran el Cosmos:
Animal, Vegetal, Mineral, Onírico, Barro o Sal.
Tengo tanto sexo: por las calles del puerto, en las
ruinas
de Palacio, en las ciénagas con las salamandras,
sexo, en los museos de mis dominios, sexo,
bajo los Caspar David Friedrich, los Giger, los Goya
y sus brujas untadas y todos los cabrones de la Landa.
Me revuelco y hozo en las brumas ocres
como el viajero en el mar de nieblas,
y los cuerpos y las rocas mutan en niebla sobre mi
cuerpo.
Tengo demasiado sexo. Uf!
Por delante, por detrás, cunnilingus o
por las rendijas de la mente.
Mi glande es una Gigante Roja.
Y fumo mucho, tanto, y bebo alcohol y canto cuando
fornico sobre el dosel de nieblas de Caspar David
Friedrich.
Y bebo, chupo como cochero cósmico,
como el auriga de Alfa Centauro,
el más curagüilla de todos los dioses,
y me inflo como un Zeppelín, Led Zeppelin y vuelo
Escalera al Cielo y busco al mejor de mis marranitos,
macerado en sangre,
y le paso la lengua y lo destapo
como un odre para que me inunde su sangre púrpura.
Me ducho con su sangre púrpura
y abro la boca bajo esa ducha orgánica y tibia,
y tengo la lengua pesada de sangre,
y todo mi corazón es una boca llena de sangre,
no, unas fauces acechando
en los altares de Caspar David Friedrich,
unas fauces llena de colmillos rojos de sangre y
muescas
de los que he bebido, cerditos o marranitas,
me da lo mismo, porque también mamo como condenado.
Le chupo las tetas a la muerte. Uf! Glup! Dan
tiritones.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/tomas-harris/
UNA INDAGACIÓN SOBRE ESTA PERVERTIDA MANERA DE VER LAS COSAS
(de "Diario de Navegación" -1985)
Un tropel de caballo amarillos galopaba el tiempo
Orompello abajo;
nosotros sabíamos que todo nos sería concedido
en sueños;
una hembra destas tierras llamada O se abría como
boca de lobo
bajo el sol de cuarenta voltios
envuelto en celofán rojo;
lo narrado transcurre durante un caluroso amanecer
de verano.
Pero estas ciudades del Sur, sin querer, te
vacían el cerebro:
blancas, como Mikonos,
fantasmas, como pueblo minero de California;
O era puta y triste.
Después de consumado su cuerpo quedó a la deriva del
baldío,
mecida por la resaca del viento,
el Pacífico,
el sol poniente.
El vientre de O era liso y cruel.
Aún después de unas leguas de calles y baldíos refulgía
en nuestros deseos como aparición,
como faro,
como fuego fatuo;
pero no sabemos a ciencia cierta si el tropel de
caballos
amarillos
era parte de los pervertidos mecanismos del sueño
o un dato efectivo de lo real.
Nos habían dicho que todo nos sería concedido en
sueños:
nos habían dicho: "Vayan y busquen el amor"
y ante nosotros las ciudades eran el teatro del dolor:
pero sabíamos que los
pervertidos mecanismos del sueño
se oponen al dolor
MAR DE LA DISOLUCIÓN
(de "El último viaje" - 1987)
Pero la lluvia era salobre, Almirante,
y duró tantos años
que la ciudad se fue borrando,
los muros desmoronándose,
los braseros de las putas que ardían en Bulnes
poblando la noche como de lámparas vivas
se extinguieron,
y con ellos se extinguió el amor,
ya no había línea del horizonte, puntos cardinales,
nos fuimos quedando sin
deseos.
Tomado de:
https://www.dim.uchile.cl/~anmoreir/escritos/harris.html
De: Noche de brujas y otros hechos de sangre
1993
12 P.M.
La violencia, dice Bataille, es silencio.
Cuando nada parece alterar nuestros inmutables cuerpos,
la violencia, dice Bataille, es silencio.
Si esta noche descerrajaran las puertas de vuestras
casas,
serían vuestros cuerpos, entre el silencio de los
objetos,
los primeros objetos del silencio.
La violencia, dice Bataille, es silencio.
Hagan la prueba de esperar el transcurso de un minuto,
en silencio,
segundo a segundo,
como En la hora del Lobo.
Un minuto entero de todas las horas de la noche.
La violencia dice Bataile, es silencio
De: Los 7 náufragos
1995
ELEVACIÓN
Y CAÍDA DEL MERCADO MUNICIPAL
He aquí el sol,
ese miserable doblón de oropel,
despeñándose lento, oblicuo, amenazante,
por el ala este del mercado municipal.
He aquí el sol sobre el mercado municipal:
colores y refracción, sólo colores y rarefacción,
en su más pura y miserable abstracción.
Éste es el hábitat natural de los mercados,
flores putrefactas, agua chorreante, la bestia
destazada,
el triperío, la fibra sintética, las medallitas de
latón,
el plástico y el benjuí:
así veo el amargo doblón del sol
yéndose por el ala este del mercado,
en un lento, tibio y luminoso desbarrancamiento;
después adviene la sombra,
y el frío más frío que la sombra,
bajo un cielo híriente de tan azul,
de edulcorado añil, cobalto de Ciénaga y mar,
y el paso de lo fugaz, lo instantáneo
que rasga el ojo la ojera la arruga
el surco del gesto y la mirada
¿Será un micro, dos, diez, cien veloces micros
que cruzan por el microcosmos del mercado?
El mercado tiene otra ala en el lado oeste.
El ala del lado este se eleva hacia las cumbres
de la Cordillera Roja.
El ala del lado oeste se desploma
hacia los arrecifes de corales grises.
Y las plumas de hormigón del ala este del mercado
barrieron la basura hecha de pétalos podridos,
triperío,
dientes cariados de carey,
y muñecas despaturradas en su carey;
mientras tanto, el ala oeste del mercado
permanecía inmóvil sobre un conejo destripado
bajo el añil,
adobándose en sal sus vísceras,
mientras el falso doblón del sol
doblaba una umbría esquina
por la cual cuatro ardillitas azules
correteaban entre los muslos de las colegialas,
se escurrían entre el triperío, el cariado carey, el
conejo destripado
y la sombra del falso doblón del sol mordisqueado
por tres furiosos quiltros negros.
Magro cosmos era el cosmos del mercado.
Y he aquí ahora que al mercado
le nacen dos nuevas alas: una hacia el norte,
otra hacia el azul.
Mientras estas alas rompían la mampostería de los muros
y afloraban como extremidades de un feto alado,
un polluelo neonato envuelto en sus algas placentarias,
el ala oeste del mercado comenzó a batir suavemente;
ahí, el ala este del mercado fue tomando un ritmo más y
más
frenético,
el ritmo frenético de un ave prehistórica alzando el
vuelo,
y volaron los jumper azules de las liceanas
albinas raquíticas impúberes
las ardillitas azules se desbandaron
cubiertas del triperío de los conejos y los pétalos de
azores;
un frío viento arremolinó todo el lado este
del mercado.
Las dos nuevas alas del mercado,
el ala norte y el ala azul,
terminaban su ciclo de crecimiento y, sendas,
comenzaban a batir…
el ala del lado este y el ala del lado oeste
ya iban a impensadas velocidades,
una hacia la Cordillera Verde,
la otra, hacia el Océano de Cipreses Grises;
pero entonces, por el costado Azul
aparecieron los Guardianes del Consumo,
con sus uniformes rosas,
sus lumas de pehuén y la cruz gamada del
tributo en sus brazaletés magros;
luma en mano,
fueron rodeando a los vendedores del mercado
que se aferraban con espanto
a sus cajas Kitty Bananas;
pero he aquí que con un crujido de elefanta en parto,
de brontosaurio quebrando el cascarón,
de aullido de india pariendo colgada de un
avellano,
el Mercado se desencajó de sus cimientos
y ronco, gris, pleno, lúgubre, chorreante
comenzó a elevarse por los aires
mostrando su basamenta desfondada,
desgarrada, cañerías cercenadas y tentáculos de pulpos,
cabezas de cerdo, criadillas y ubres
caían como una lluvia parda,
como si el cielo fuera
una caja de Kitty Bananas desfondada.
Entonces, el Mercado ascendió al Reino de los Cielos
batiendo sus cuatro alas,
la este la oeste la norte y la azul
elevándose cada vez más por los aires;
los vendedores ambulantes
se desbandaban hacia los cines, los zócalos, las
galerías
con sus amadas cajas Kitty Bananas
chorreando el triperío multiplicado del Mercado.
Pero el mercado continuaba su ascención, virgen,
imperturbable.
El Mercado.
Pero he aquí que las 4 alas del Mercado
se detienen de una vez.
El Mercado, por un instante, queda suspenso
en un hilo de aire;
y después cae, cae, cae y cae,
como un triste aerolito,
como un magro asteroide sin luz propia,
como cadáver de satélite con un obscuro designio
frustrado dentro,
la más detestable partícula de un cosmos que no es,
cae, cae y cae el Mercado
cae riendo a gritos,
cae riendo a gritos con el feroz rictus de la
calavera,
gritando con sus labios leporinos de ladrillos
corroídos
por las garras vibrantes, herrumbres de acero
y alambre,
ensordeciendo el Universo,
todo lo circundante:
¡EN DIOS ME CAGOOOOOOOO!
Y vuelve, la caída, la caída del mercado,
y se revienta contra el pavimento
llevándose a medio mundo por delante,
llevándose a medio mundo por detrás,
ardillitas azules, colegialas y perros flacos,
mendigos de Murillo
y a los guardias del consumo como a los veloces
ambulantes con sus cajas Kitty Bananas
chorreando agua salada y sangre de
pescado.
De: Encuentros con hombres oscuros
(2000)
EL
HOMBRE DE LAS NIEVES
a Tomás Harris Dazarola.
a Pamela Harris Nijamkim.
…le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo,
emocionado.
¡Qué más da!
Emocionado. .. Emocionado
César Vallejo
A esta hora,
desde el infierno blanco al Sur de Todo,
en pleno casquete polar antártico,
cuando los sonidos del reloj penetran
por el espacio blanco,
cuando las manijas del reloj
hunden el blanco espacio y el blanco espacio
retorna en los muros,
y los muros se deslizan hacia arriba, témpanos,
hacia el cielorraso como columnas de humo, ingrávidos,
y se juntan en lo alto con el silencio
y, ambos, el silencio y lo blanco
enmudecen los objetos: las rosas marchitándose en el
florero,
Le charmeuse de serpents del Aduanero
sobre la repisa,
y sus ojos fulgurando un oro rupestre al fondo
en la profundidad
de su cuerpo vegetal,
—¿Cómo será un cuerpo vegetal al tacto?-
los frascos de perfume o veneno vacíos,
la réplica de un ánfora griega,
la bala de máuser junto a los pisapapeles,
el Troll que traje de Estocolmo y el retrato de
Baudelaire
Que le hizo Nadar; algunos libros que estoy leyendo,
20.000 leguas de viaje submarino, Moby Dick,
Arthur Gordon Pym,
los mares de Melville, Verne y Poe;
y mis poemas inconclusos.
A esta hora de la Alianza, desparramo sobre la mesa
el hato de fotografías de mi padre,
cuando estuvo hace 38 años en la Antártica,
capitán de la misma Nada nublada,
a punto de nevar para siempre,
separado por una línea infinita
que lo convertía a él en un punto
y a mi madre y a mí en otros puntos
de imposibles intersecciones.
Miro estas fotografías
mientras urdo la malla imposible de un poema
que dé salida a mi insomnio,
lamparón extinto e insoluble,
en el horno donde se agrieta esta noche,
en la que el más familiar y desconocido
de los fantasmas viene
a mi encuentro como sin ganas,
cubierto de manchas de nieve
y palabras ocultas bajo su lengua sepultada.
De cara al absurdo,
medio chamán, medio prestidigitador del deseo,
revuelvo el mazo de las fotografías,
obscena taxidermia ocre del tiempo,
ventanas abiertas en la mesa
hacia un imposible Polo Sur
donde mi padre mira hacia la cámara
no a mí, por ahora,
o hacia un infinito perdido entre la borrasca
y los témpanos eternos.
Desvío el ojo y miro la bala de máuser
y La charmeuse de serpents del Aduanero, para vencer
el Blanco amarillento de esa Antártica petrificada
en la trampa de un tiempo químico
con un poco de verde de un todo vegetal
y serpientes imposibles
en el albo infierno de las nieves eternas;
pero llevado por una pulsión inexacta regreso,
con el ojo,
al territorio mítico de las fotografías,
y me tiemblan las manos,
porque las siete ventanas
hacia la imagen de mi padre en las nieves eternas
se van transfigurando
en siete espejos,
siete espejos de mí mismo que se multiplican
en un múltiplo de mi rostro que no puedo conocer
definitivamente.
Él, está allá, inalcanzable, entre los témpanos
y la borrasca amenazante,
y yo acá, también imposible para él,
entre el humo y el rumoroso silencio del diamante,
la atmósfera que me encapsula amniótica,
los 22 grados de calor en el living
y un insondable silencio,
que me adelanta un poco hacia las imágenes
de su imagen,
de su faz estarcida en esos siete cuajarones sepia,
ventanas o espejos.
La barba rala con la que aparece
sólo la conocí en las fotos,
y una boina negra y el uniforme de campaña
y algo de mis rasgos,
y mis gestos le acompañan.
Sus rasgos y sus gestos me acompañan,
desde la distancia incólume, a mí
diez años menor que yo ahora,
tallado en el corrosivo manganeso.
No tuvo vejez,
no hubo para él la vejez,
SU Vejez fue suplantada por el suicidio.
En una de las fotografías besa en el hocico
a un perro siberiano,
en otra parece haber retrocedido más el tiempo
y sólo su silueta
aparece recortada en un horizonte claroscuro
y la sensación de distancia
puede ser dada por la luz y la hora polar
engastada tras los años de esa fotografía.
En una cuarta o tercera, otro soldado,
barbado como él,
le da una cucharada de sopa en la boca:
una sopa humeante;
el humo de la sopa quedó ahí congelado como una
estalagmita subiendo
desde el latón de la cuchara
hasta los labios entreabiertos
que prefiguran la muerte,
en el gesto congelado
para siempre por los químicos líquidos hechiceros.
Una fotografía sobresale, resalta,
relumbra bajo la luz lateral de la lámpara,
entre el humo, bajo una tenue garúa,
que se petrifica en nieve antes de llegar al suelo:
aparece a un metro ochenta y ocho de alto
junto a un lobo o elefante marino,
una mancha negruzca
colgando de un gancho como un Leviatán sombrío
y chorreante
que mató con sus propias manos, y en su boca,
como la raíz primordial de un helecho,
como los renuevos en lo profundo del bosque virgen,
el gesto desolado de la depresión en la falla geológica
de sus labios
que intentan, en vano, esbozar una tenue sonrisa
como una fisura abierta
en las desoladas nieves eternas.
Mientras yo, acá, otra vez niño,
impotente ante lo irrevocable del gesto
que marca las avenidas del suicidio
desde esas huellas en la nieve,
desnudo en el living desolado,
en el desamparo absoluto del cielorraso
del que comienza a caer
una fina llovizna de nieve,
voy regresando pliegue a pliegue por los años,
hacia las desvaídas imágenes de las fotografías
que se van cubriendo.
de esa lluvia de nieve que cae desde el cielorraso
y me cubre,
nos cubre, va cubriendo los muebles, la nieve,
las sillas, la mesa, la nieve, el reloj, la nieve,
la alfombra y su diseño,
y el musgo de La charmeuse de serpents
se va encaneciendo como si el cuadro envejeciera
repentino
y la nieve continúa cayendo y cubriendo
mis gestos sistemáticos,
mis gestos desvaídos,
mi desgano,
la fórmula insostenible de mis deseos,
mis ojerosas dádivas a la muerte,
mis muecas solapadas ante el infortunio,
mi sonrisa raída y mis pómulos salientes.
Porque eso es todo lo que me ha quedado
de ese hombre que tuvo el gesto de engendrarme:
luces y sombras sobre siete cartulinas ajadas,
ideogramas oscuros como peces del Pleistoceno sobre los
témpanos
varados a sus espaldas y ante mis ojos.
Vestigios fosilizados de un cuerpo cuya resurrección
no se ha cumplido y quizá nunca la haya,
ráfagas de tiempo abrazándonos en la distancia a la
velocidad de astros
mutilados. Eso y nada más, vestigios prehistóricos
de mis gestos y mi gesta y el qué se fizo,
y un poco de destino varado al borde del cenicero
donde se consume el último cigarro de esta noche.
Y se repite siete veces en cada fotografía
el que también sin saberlo del todo
tramó cada uno de mis movimientos y palabras.
Lejano, sobre la nieve, petrificado,
más joven que yo a esta hora de la noche.
Quisiera yo ahora un beso
de ese hombre muerto.
Quisiera yo ahora una sonrisa en movimiento
de sus labios partidos por la nieve.
Y también un jirón de su uniforme de campaña
para arroparme y dormir y soñar
que los siete espejos velados
van cobrando, lentamente, color y movimiento,
aunque sólo fuera ilusión de movimiento,
para acercar unos pocos metros su fantasma
a esta porción de vida latiente;
pero no hay puertas giratorias,
pasos perdidos entre el hielo,
regreso a una Santa Mónica de los Venados vitrificada,
al Primer Día de mi Creación,
pasos perdidos entre los icebergs y las montañas
albicantes
y las nieves eternas y el Uno que fuimos en un tiempo
remoto
anterior a nuestro primer hallazgo.
Y pensar que sólo bastaría una seña, que no encuentro,
para que caminara y viniera desde las fotos,
y en un abrazo en el Todo o en la Nada,
no importa,
la paz se haría entre nosotros.
De: UNHEIMLICH, Poemas de amor, deseo y muerte. (2015)
UNHEIMLICH
Es mucho más emocionante
ser un sesentón tocando rock
que mirar Netflix tirado en un sillón.
Nick Cave
Debo aclarar que soy un sesentón que se tira a ver
Netflix en un sillón y que escucha a Nick Cave y no deja de escribir poemas,
que es mi manera de hacer rock.
Thomas Harris
Estaba tirado en el sillón de mi escritorio viendo
Netflix
el primer episodio de Twin Peaks
y cuando Laura Palmer le decía al agente
Cooper nos veremos en 25 años después me dormí
(no sé porqué David Lynch me produce sopor) y soñé
en el sueño que caminaba con una muchacha de minifalda
amarilla,
como los aromos que comenzaban a florecer
por la plaza de Chiguayante,
o sea que en el sueño debe haber sido agosto
cuando florecían los aromos en Chiguayante
y dejaba a la chica de minifalda amarilla en la
puerta de su casa y le daba un beso con lengua
y después comenzaba a caminar hacia el cerro del
mirador
y me sentía ligero es decir sentía el cuerpo como si
pesara 70
kilos y tuviera 16 años o algo así
no cojeaba ni me dolían las articulaciones
y todavía la erección después del largo beso de
despedida
con la chica de minifalda amarilla
y creo que mi camisa era blanca y el viento la hacía
ondular
estaba muy feliz en el sueño y el cielo estaba muy azul
no había nubes densas agoreras ni viento norte
que amenazara lluvia y caminaba sin rumbo fijo
no había toque de queda ni patrullas militares por las
calles
y las canciones que escuchaba eran de los Iracundos y
José Feliciano y Los Ángeles Negros
y tenía muchas espinillas porque la noche anterior
había tomado demasiado aguardiente
pero no tenía la caña atroz de antes de dormirme y
soñar
que caminaba para juntarme con el Gera y el Negro
Willie
para ir a jugar pool donde el Tabo
y entonces pensaba que la poesía debía ser
como una muchacha rodeada de espigas o no ser
en un momento del sueño me encontré de golpe
nuevamente con la chica de minifalda amarilla
que me miraba con ojitos tristes
haciéndome un gesto de despedida con una mano
en uno de esos giros de los sueños
que ni Freud ni Lacan me podrían explicar ahora
entonces desperté sobresaltado pero aún ligero y feliz
tirado en el sillón de mi escritorio viendo Twin Peaks
en Netflix el agente Cooper ahora estaba súper viejo
y andrajoso y era su doble siniestro o algo así
y yo también me sentí como mi doble siniestro o algo
así
entonces sentí el dolor de mis articulaciones
y del pie izquierdo porque tengo una prótesis de
titanio
y también me dolía la cabeza y comenzaba a nevar
retrocedí la serie para ver qué había pasado en el
sueño
con el agente Cooper, qué onda tan viejo y sucio,
cuando en la temporada de 25 años atrás siempre andaba
impolutamente vestido y con una camisa blanca
bajo el gabán de agente del FBI
pero el comando se trabó y comenzó a nevar y se cortó
la luz
y quise volver a despertar de este otro sueño pero como
no despertaba
salí al balcón a ver cómo nevaba en el nuevo sueño
y estaba ahí mirando cómo los jardines del condomino
y los autos y el césped y los árboles se teñían de
blanco
y se quebraban las ramas y caían con estrépito
cuando mi mujer me abrazó por la espada
y me dijo mira cómo nieva y comenzó a sacar fotos
con el teléfono y yo pensé que no hay un copo de nieve
igual a otro copo de nieve.
Tomado de:
https://fanky.cl/literatura/inedito-y-selectos-11-poemas-de-tomas-harris/
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