sábado, 6 de julio de 2024

POEMAS DE JUAN RAMÓN MOLINA

 

 

El jardín

Cuelgan racimos de odorables pomas,

negras uvas en gajos tentadores,

fingiendo los alegres surtidores

un murmullo de besos y de bromas.

 

Dormitan en las ramas las palomas

los buches esponjando arrulladores,

y el capitoso aliento de las flores

unge el follaje y el parral de aromas.

 

Un sol ardiente esparce sus madejas

de luz, sobre el jardín; y las abejas

un vals preludian, áspero y sonoro.

 

Bailan las mariposas deslumbrantes,

y picotean pájaros brillantes

unas naranjas que parecen de oro.

 

 

Metempsicosis

Del ancho mar sonoro fui pez en los cristales,

que tuve los reflejos de gemas y metales.

Por eso amo la espuma, los agrios peñascales,

las brisas salitrosas, los vívidos corales.

 

Después, aleve víbora de tintes caprichosos,

magnéticas pupilas, colmillos venenosos.

Por eso amo las ciénagas, los parajes umbrosos,

los húmedos crepúsculos, los bosques calurosos.

 

Pájaro fui en seguida en un vergel salvaje,

que tuve todo el iris pintado en el plumaje.

Amo flores y nidos, el frescor del ramaje,

los extraños insectos, lo verde del paisaje.

 

Torneme luego en águila de porte audaz y fiero,

tuve alas poderosas, garras de fino acero.

Por eso amo la nube, el alto pico austero,

el espacio sin límites, el aire vocinglero.

 

Después, león bravío de profusa melena,

de tronco ágil y fuerte y mirada serena.

Por eso amo los montes donde su pecho truena,

las estepas asiáticas, los desiertos de arena.

 

Hoy (convertido en hombre por órdenes obscuras),

siento en mi ser los gérmenes de existencias futuras.

Vidas que han de encumbrarse a mayores alturas

o que han de convertirse en génesis impuras.

 

¿A qué lejana estrella voy a tender el vuelo,

cuando se llegue la hora de buscar otro cielo?

¿A qué astro de ventura o planeta de duelo,

irá a posarse mi alma cuando deje este suelo?

 

¿O descendiendo en breve (por secretas razones),

de la terrestre vida todos los escalones,

aguardaré, en el limbo de largas gestaciones,

el sagrado momento de nuevas ascensiones?

 

 

Nada es todo

Hermano mío en el arte y en la lira sagrada,

que de la vieja estigia, sentado en un recodo,

me dices que las cosas de este mundo son nada,

pero que las del otro, las del celeste, todo.

 

No siembres esa lívida seta emponzoñada

en mi jardín de sueños, con tan amable modo,

sino una vid de vida, de racimos cargada,

que de alegría deje el corazón beodo.

Tomado de:

https://lazebra.net/2019/05/01/juan-ramon-molina-nada-es-todo-poesia/

 

 

¡Viviese yo en los tiempos esforzados…

¡Viviese yo en los tiempos esforzados

de amores, de conquistas y de guerras,

en que frailes, bandidos y soldados

a través de los mares irritados

iban en busca de remotas tierras.

 

No en esta triste edad en que desmaya

todo anhelo –encumbrado como un monte–

y en que poniendo mi ambición a raya

herido y solo me quedé en la playa

viendo el límite azul del horizonte!

 

 

La lluvia su monótona charla dice afuera…

La lluvia su monótona charla dice afuera.

La puerta de mi cuarto por fin está cerrada.

Quizás en esta noche no grite mi quimera

y goce del olvido profundo de la almohada.

 

¡Hace ya tanto tiempo que en reposar me empeño,

como si me turbara la fiebre del delito,

que mis ojos enclavo —de los que huyera el sueño—

en la siniestra esfinge del lúgubre infinito!

 

Mas hoy todos los seres me han parecido buenos,

el cielo azul brindome su calma vespertina,

y —libre de pecados y libre de venenos—

purifiqué mi cuerpo en agua cristalina.

 

Quiero la paz aquella de la primer mañana

cuando, en el seno de Eva, tranquilo e inocente,

Adán durmió, al arrullo de amor de la fontana,

ajeno a las promesas de la sutil serpiente.

 

Un nirvana sin término, letárgico y profundo,

en el que olvide todas mis dichas y mis males,

la secreta congoja de haber venido al mundo

a resolver enigmas y problemas fatales.

 

Ser del todo insensible como la dura piedra,

y no tallado en una doliente carne viva

de nervios y de músculos. O ser como la hiedra

que extiende sus tentáculos de manera instintiva.

 

No como el pobre bruto del llano y de la cumbre

sujeto a la ley ciega de inexorable sino,

que en sus miradas tiene la enorme pesadumbre

de todo aquel que encuentra muy bajo su destino.

 

Así gozar quisiera de imperturbable sueño

cuando la noche baja de los cielos lejanos.

Estrellas: derramadme vuestro letal beleño.

Arcángeles: mecedme con vuestras leves manos.

 

Para que mi mañana florezca como rosa

de mayo, exuberante de vida y de fragancia,

y la tierra contemple, jocunda y luminosa,

con los tranquilos ojos con que la ví en la infancia.

 

 

Después que muera

Tal vez moriré joven… Los amigos

me vestirán de negro,

y entre dolientes y llorosos cirios

de pálidos reflejos,

colocarán con cuidadosas manos

mi ya rígido cuerpo,

poniendo mi cabeza en la almohada,

mis manos sobre el pecho.

 

 

Ojos negros

Ojos terribles y puros

que me lanzáis el reproche,

ojos que sois cual la noche,

que sois cual la noche obscuros,

ojos que miráis seguros

luz derramando en derroche;

plegando los párpados, broche

de esos radiantes luceros,

no me miréis tan severos,

ojos que sois cual la noche.

 

Ojos que de extraña suerte

me hacéis vivir o morir;

ojos que me dais vivir

para causarme la muerte,

en vano pretendo fuerte,

vuestro yugo sacudir;

¡ya no puedo resistir

esta esclavitud amada!

¡matadme de una mirada

ojos que me hacéis vivir!

 

Ojos que lanzáis centellas

para ofuscarse ellos mismos;

ojos que sois dos abismos

donde brillan dos estrellas;

ojos de pupilas bellas

y de extraños magnetismos,

¡por obscuros fatalismos

que no acierto a explicar,

os vuelvo siempre a mirar,

ojos que sois dos abismos!

 

Si por volveros a ver

me causáis penas mortales,

ojos que sois dos puñales,

víctima vuestra he de ser,

¡no me importa padecer

sufrimientos eternales

si las causas principales

de mis penas merecidas

serán vuestras mil heridas,

ojos que sois dos puñales!

 

 

Súrsum

Ya no nos separemos ni un momento,

porque –cuando se extingan nuestras vidas–

nuestras dos almas cruzarán unidas

el éter, en continuo ascendimiento.

 

Ajenas al humano sufrimiento,

de las innobles carnes desprendidas,

serán en una llama confundidas

en la región azul del firmamento.

 

Sin dejar huellas ni visibles rastros,

más allá de la gloria de los astros,

entre auroras de eternos arreboles,

 

a obedecer iremos la divina

ley, fatal y suprema que domina

los espacios, las almas y los soles.

 

 

Tal vez moriré joven… Los amigos…

Tal vez moriré joven… Los amigos

me vestirán de negro,

y entre dolientes y llorosos cirios

de pálidos reflejos,

colocarán con cuidadosas manos

mi ya rígido cuerpo,

poniendo mi cabeza en la almohada,

mis manos sobre el pecho.

 

 

Pesca de sirenas

Péscame una sirena, pescador sin fortuna

Que yaces pensativo del mar junto a la orilla

Propicio es el momento porque la vieja luna

Como un mágico espejo entre las olas brilla

 

Han de venir hasta esta rivera una tras una

Mostrando a flor de agua su seno sin mancilla

Y cantarán en coro, no lejos de la duna

Su canto que a los pobres marinos maravilla

 

Penetra al mar entonces y escoge la más bella

Con tu red envolviéndola, no escuches su querella

Que es como el canto aleve de la mujer. El sol,

 

La mirará mañana entre mis brazos loca

Morir bajo el martirio divino de mi boca

Moviendo entre mis piernas su cola tornasol.

 

 

Si muero joven; si el dolor me mata…

Si muero joven; si el dolor me mata

y en la terrible fosa me derrumba,

te ruego que no vayas, dulce ingrata,

con otro amante a visitar mi tumba;

porque al sentir vuestros iguales pasos

romper la paz que para siempre anhelo,

levantaré los descarnados brazos

para pedirle que me vengue al cielo.

 

 

A tus exangües pechos, Madre Melancolía…

A tus exangües pechos, Madre Melancolía,

he de vivir pegado, con secreta amargura,

porque absorbí los éteres de la filosofía

y todos los venenos de la literatura.

 

En –fatigada de sed alma mía-

sueña con una Arcadia de sombra y de verdura,

y con ello el don sencillo de un odre de agua fría

y un racimo de dátiles y un pan sin lavadura.

 

Todo el dolor antiguo y todo el dolor nuevo

mezclado sutilmente en mi espíritu llevo

Con el extracto de una fatal sabiduría.

 

Conozco ya las almas, las cosas y los seres,

he recorrido mucho las playas y los Citeres…

¡Soy tu hijo predilecto, Madre Melancolía!

 

 

Anhelo

¡Viviese yo en los tiempos esforzados

de amores, de conquistas y de guerras,

en que frailes, bandidos y soldados

a través de los mares irritados

iban en busca de remotas tierras.

 

No en esta triste edad en que desmaya

todo anhelo –encumbrado como un monte–

y en que poniendo mi ambición a raya

herido y solo me quedé en la playa

viendo el límite azul del horizonte!

Tomado de:

https://ciudadseva.com/autor/juan-ramon-molina/poemas/

 

 

Salutación a los poetas brasileros

 

Con una gran fanfarria de roncos olifantes,

con versos que imitasen un trote de elefantes

en una vasta selva de la India ecuatorial,

quisiera saludaros —hermanos en el duelo—

en las exploraciones por la tierra y el cielo,

en el martirologio de los circos del mal.

 

Mi Pegaso conoce los azules espacios.

Su cola es un cometa, sus ojos son topacios,

el rubio Apolo y Marte cabalgarían en él;

¡relinchará en los céspedes de vuestro bosque umbrío,

se abrevará en las aguas de vuestro sacro río,

y dormirá a la sombra de vuestro gran laurel!

 

Venir pude en la concha de Venus Citerea,

sobre el áspero lomo del león de Nemea,

en el ave de Júpiter o en un fiero dragón;

en la camella blanca de una reina de Oriente,

en el cuerpo ondulante de una alada serpiente,

a bordo de la lírica galera de Jasón.

 

O en la fornida espalda de un genio misterioso,

o envuelto en la vorágine de un viento proceloso,

o de una negra nube en el glacial capuz;

en la marea argentina de una luna de mayo,

asido del relámpago flamígero de un rayo,

o con los duendes gárrulos que juegan en la luz.

 

Mas en Pegaso vine desde remotos climas,

—señor, príncipe, rey o emperador de rimas—

sobre el confuso trueno del piélago febril.

¡Salve al coro de Afiones de estas tierras fragantes!

¡A todos los Orfeos del país de los diamantes!

¡A todos los que pulsan su lira en el Brasil!

 

Tal digo, hermanos míos en la prosapia ibérica.

Saludemos la gloria futura de la América,

que todas las espigas se junten en un haz.

Unamos nuestras liras y nuestros corazones,

que ha llegado el crepúsculo de las anunciaciones,

para que baje el ángel de la celeste paz!

 

Augurio de ese día se ve en el horizonte.

Hoy tres aves volaron desde un florido monte;

yo las miré perderse en el naciente albor;

un cóndor —que es el símbolo de la fuerza bravía—,

un búho —que es el símbolo de la sabiduría—

y una paloma cándida —símbolo del amor—.

 

Dijo el cóndor, gritando: la unión da la victoria,

el búho, en un silbido: el saber da la gloria,

la paloma, en su arrullo: el amor da la fe.

Yo —que escruto el enigma de nuestro gran destino—

ante el casual augurio del cielo matutino,

siguiendo los tres pájaros en éxtasis quedé.

 

Pero Pegaso aguarda. Sobre su fuerte lomo

gallardamente salto en un instante, como

el Cid sobre Babieca. Me voy hacia el azur.

¿Acaso os interesa mi suerte misteriosa?

¡Buscadme en mi magnífico palacio de la Osa,

o en mi torre de oro, junto a la Cruz del Sur!

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/los-venenos-de-la-literatura/

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